La niña de Juan y Medio creció
María Carrasco da el estirón y, a sus 16 años, presenta su cuarto disco, ?Pequeño deseo?
Tan solo tiene 16 años, pero ya lleva media vida abriéndose un hueco en el complicado mundo de la música. María Carrasco es, para muchos andaluces, parte de la familia, ya que delante del televisor la vieron crecer y desplegar su arte de plató en plató. La conocimos en el año 2004 en los premios Veo-Veo, donde se alzó vencedora cantando por colombinas, pero donde logró dar el salto a la fama fue un año más tarde, con solo diez años, cuando participó en ‘Menuda noche’, el programa de Canal Sur que cada viernes, de la mano de Juan y Medio, buscaba jóvenes talentos. A partir de ese momento se convirtió en una asidua del programa y de la cadena, y de ahí al estrellato con la edición de tres discos en 2006, 2007 y 2009.
Tras un paréntesis de tres años, en el que María ha dado ese gran cambio de niña a mujer, la joven gaditana (Torrecera, 1995) vuelve con más fuerza que nunca, con un álbum bajo el brazo en el que ha depositado todas sus ilusiones. ‘Pequeño deseo’ (Universal) supone un antes y un después en su carrera, ya que según ella misma garantiza, “se nota muchísimo la madurez, porque con el paso del tiempo vas cogiendo más experiencia y este disco es el más claro ejemplo”.
En declaraciones a Viva Huelva, la joven, con ese desparpajo y naturalidad propias de los 16 años, canta las bondades de su nuevo trabajo: “Tenemos unos fandanguitos muy buenos para los onubenses y muchos flamenquito: malagueñas, bamberas, tanguillos, bulerías... Tenemos de todo, también tiene su parte de pop y creo que engancha a todo tipo de público, porque es muy agradable al oído y se deja llevar”.
Y aunque reconoce que el disco no es cien por cien flamenco, sí es la nota dominante, pero porque María, a pesar de su corta edad, tiene un conocimiento de la materia impropio de su edad. También tiene una explicación para esto: “Siempre he estado rodeada de puristas y flamencólogos, mi padre es uno de ellos, y es el que me ha inculcado lo que es el flamenco, los conocimientos por derecho de los cantes”.
Gracias es este dominio del flamenco y a su gracia innata, se convirtió en una niña prodigio de la televisión, aunque a ella no le gusta mucho este término. “Creo que el prodigio realmente no existe, sino que los éxitos se consiguen a base de esfuerzo, mucha perseverancia y humildad”. Por ello presume de humildad: “Tengo la cabeza conmigo, siempre en las nubes, porque tengo sueños muy utópicos, pero con los pies en la tierra”.
Entre esos sueños que le rondan por la cabeza, explica que “uno de mis pequeños deseos, que más bien es grande, sería sacarle una sonrisa al mundo, y más aún con los problemas que hay hoy en día”.
Por eso mismo anima a escuchar su disco, el último trabajo de una niña-mujer que ha sabido renovarse a pesar de su juventud y que, pese a caminar por las nubes, sus pasos están muy asentados en la tierra.
Tras un paréntesis de tres años, en el que María ha dado ese gran cambio de niña a mujer, la joven gaditana (Torrecera, 1995) vuelve con más fuerza que nunca, con un álbum bajo el brazo en el que ha depositado todas sus ilusiones. ‘Pequeño deseo’ (Universal) supone un antes y un después en su carrera, ya que según ella misma garantiza, “se nota muchísimo la madurez, porque con el paso del tiempo vas cogiendo más experiencia y este disco es el más claro ejemplo”.
En declaraciones a Viva Huelva, la joven, con ese desparpajo y naturalidad propias de los 16 años, canta las bondades de su nuevo trabajo: “Tenemos unos fandanguitos muy buenos para los onubenses y muchos flamenquito: malagueñas, bamberas, tanguillos, bulerías... Tenemos de todo, también tiene su parte de pop y creo que engancha a todo tipo de público, porque es muy agradable al oído y se deja llevar”.
Y aunque reconoce que el disco no es cien por cien flamenco, sí es la nota dominante, pero porque María, a pesar de su corta edad, tiene un conocimiento de la materia impropio de su edad. También tiene una explicación para esto: “Siempre he estado rodeada de puristas y flamencólogos, mi padre es uno de ellos, y es el que me ha inculcado lo que es el flamenco, los conocimientos por derecho de los cantes”.
Gracias es este dominio del flamenco y a su gracia innata, se convirtió en una niña prodigio de la televisión, aunque a ella no le gusta mucho este término. “Creo que el prodigio realmente no existe, sino que los éxitos se consiguen a base de esfuerzo, mucha perseverancia y humildad”. Por ello presume de humildad: “Tengo la cabeza conmigo, siempre en las nubes, porque tengo sueños muy utópicos, pero con los pies en la tierra”.
Entre esos sueños que le rondan por la cabeza, explica que “uno de mis pequeños deseos, que más bien es grande, sería sacarle una sonrisa al mundo, y más aún con los problemas que hay hoy en día”.
Por eso mismo anima a escuchar su disco, el último trabajo de una niña-mujer que ha sabido renovarse a pesar de su juventud y que, pese a caminar por las nubes, sus pasos están muy asentados en la tierra.
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