Pocas veces el teatro Martínez Montañés había lucido con tanta belleza. Sus limitaciones de escena se vieron, con creces, compensadas por el buen hacer de la International Ballet Company, que estas Navidades ha recalado en Alcalá la Real para hacernos partícipes de uno de los grandes clásicos de estas fechas, como es “El Lago de los Cisnes”.
Estamos, sin duda, ante una leyenda eterna. La obra maestra de Chaikovski y, por extensión, del ballet clásico. La historia, de sobra conocida. El joven príncipe Sigfrido se enamora de la bella Odette, la cual, fruto de un malvado hechizo, es convertida en un cisne. No obstante, la fuerza del amor que sienten los liberará de todo.
Casi siglo y medio después de su estreno en el teatro Bolshói de Moscú, el mundo ha cambiado tanto que asombra que una obra como esta siga siendo tan icónica y universal. Nadie lo hubiera dicho en aquella representación de 1877, cuando los críticos llegaron a decir de su música que era “demasiado ruidosa, demasiado sinfónica”, y, en general “con una partitura demasiado complicada para el ballet”. Y de hecho no obtendría su primer éxito hasta unos veinte años después. Desde entonces, sus múltiples revisiones y puestas en escena la llevaron, a mediados de los años cuarenta del siglo XX, a convertirse en paradigma del ballet.
La representación de anoche en el Martínez Montañés lucía el virtuosismo de la obra original a cargo de la International Ballet Company, compañía de ballet creada junto a los aclamados solistas moldavos Cristina y Alexei Terentiev, e integrada por bailarines de Moldavia, Gran Bretaña e Italia, entre otros países. El trabajo y esfuerzo dedicado durante mucho tiempo han hecho que este proyecto culmine en una compañía donde una técnica depurada y una excelente interpretación dramática dan vida a las más conocidas coreografías y partituras del ballet clásico, como pudo apreciarse anoche en Alcalá, en una velada llena de lirismo y magia.