Indiferencia e insolidaridad

Publicado: 19/12/2024
Autor

J. S. Canales

Periodista onubense con más de medio siglo de carrera profesional y una gran dedicación a su tierra, autor de varios libros y reconocido con el Premio de Periodismo Ciudad de Huelva en 2008

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El Centro Especial de Empleo ‘Artes Gráficas Aspapronias’ ha echado el cierre y sus trabajadores y técnicos con las cartas de despedido en la mano
La vida nos proporciona muchas veces temas para la reflexión y para comprender la debilidad, incluso, de todo aquello que es bueno pero al mismo tiempo pasa desapercibido ante la sociedad y es entonces cuando se nos pone a prueba por aquello de que todavía hay tiempo para subsanar errores y hasta es posible tener una segunda etapa en la que, superados esos errores gracias a la solidaridad de quienes somos  conscientes del triste acontecimiento, tomamos nota y tratamos de dar nueva vida a aquello que no debió suceder. El lector seguro que habrá detectado estos días la noticia de la triste desaparición de un Centro Especial de Empleo que, irónica y lamentablemente, no ha podido celebrar sus 25 años al servicio de personas con discapacidad intelectual, nacido en el seno de lo que conocemos como Aspapronias, o lo que es lo mismo, Asociación de Padres y Protectores de Personas con Discapacidad Intelectual, en su día declarado de Interés General…

La noticia ha tenido el rango de interés general en la portada de un periódico, al que habría que agradecer el hecho de haber vuelto a repetir o, mejor dicho, aclarar y/o ampliar el porqué de este triste desenlace, cuando en la sociedad que vivimos no se presta demasiada atención a unas personas, a lo mejor erróneamente, vetadas para el trabajo en general. El complejo de Aspapronias en la Ronda Norte es un vivo ejemplo de su quehacer y los servicios que presta en la calle acertadamente denominada Aspapronias, la semilla de una bien dotada imprenta en la que teníamos siempre un vivo ejemplo de que toda persona, aún desde su discapacidad, puede ser útil dentro de su familia y en la propia sociedad en la que se siente integrado. Sí, y siempre al calor de la norma de su autofinanciación tuvo la mala suerte de toparse con la pandemia, algo así como un primer aviso de que las cosas no iban bien…

Sí, porque desde antes incluso, las dificultades económicas estaban a la orden del día por aquello de las nuevas tecnologías que en materia de impresión habían irrumpido en un mercado tan laborioso como frágil y en el que con un teléfono en la mano encargabas y recibías papel para cartas y documentos, sobres, tarjetas de visitas, folletos y hasta libros, elementos de trabajo que fueron flagelando a la actividad cotidiana y hasta no hace mucho satisfactoria e imperante en este Centro Especial de  Empleo que ya desde este verano había entrado en un proceso de ralentización, al que sucederían insólitas vacaciones y ¡el cierre! en vísperas de Navidad, algo que necesariamente nos adentra en un proceso de reflexión sobre la fragilidad de entidades de este tipo, cuya supervivencia suele estar en la financiación a base de ayudas y subvenciones, elementos que a veces funcionan con irregularidad y/o retrasos difícil de entender precisamente para situaciones como esta del Centro Especial de Empleo ‘Artes Gráficas Aspapronias’, al que a veces las malditas nuevas tecnologías pusieron freno y la ralentización a la hora de percibir las indispensables ayudas. Todo así hasta que, como digo anteriormente, llegó la pandemia y ya rayando con pérdidas llegaron las demoras en materia de nóminas y así desde hace más de seis meses.

El Centro Especial de Empleo ‘Artes Gráficas Aspapronias’ ha echado el cierre y sus trabajadores y técnicos en número de 10, con las cartas de despedido en la mano así como la incertidumbre en torno a su futuro laboral. ¡Ah! Y desde que abordé el asunto desde esta tribuna de Viva Huelva, ni una señal de vida por parte de los organismos oficiales competentes en la materia para ‘siquiera’ salir al paso de la triste situación agravada desde que ‘por ley’ este Centro Especial de Empleo fue obligado a desligarse de la entidad matriz donde nació hace cerca de 25 años a punto de cumplir -¡felices navidades a todos! ironías aparte- y al convertirse en sociedad limitada se abría la puerta de la incertidumbre en medio de un sector cada vez más inestable e incierto, y hasta llegar a estos momentos en los que -repito e insisto- nadie del aparato oficial se ha dignado decir esta boca es mía y, al menos, aclarar algo que desde el primer momento se vio venir por aquello difícil de entender cuando el dinero está por medio (¿).

¡Ah! Y lo peor del caso es que la entidad matriz, hasta que dejó de serlo, ha venido soportando en su tradicional ‘modus vivendi’ las pérdidas de ‘la imprenta’, un bonito trabajo apto para esas personas con discapacidad intelectual que lleva sobre sus espaldas y responsabilidad más de medo siglo y una abultada plantilla de especialistas remunerados -nada de voluntarios- y una cifra de beneficiarios que ya me sorprendió durante el periodo en el que estuve el frente de la entidad y ahora mismo lamento no tener a mano, pero sí como para quitarse el sombrero y tratar de empezar el año con una obligada inyección de moral e introducir las mejores necesarias para evitar todavía más personas discapacitadas al paro. ¿Lógico todo lo que ha ocurrido? Eso.

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