Con la palabra pacifista y el brío de su juventud como únicas armas de lucha, el maquis existe aún en nuestros días. Ramón Vila, José Castro y Quico Sabaté, últimos insurgentes contra la represión franquista dos décadas después del final de la contienda civil, tienen descendencia.
Tras su muerte a manos de una jauría de alimañas capacitada por las leyes que los tiranos amañaban jugando una partida de cartas mientras consumían en copas llenas de opresión la libertad robada al pueblo, hoy ven desde las vegas perpetuas de los ideales incombustibles, una nueva generación de partisanos que también han optado por mostrar su indignación disgregándose del rebaño manipulado.
Estos nuevos militantes del maquis no han necesitado tirarse al monte para hacer la guerrilla al descontento que los carcome, se bastan con plazas y parques donde aparcar su insumisión y abanderar el grito contra la disconformidad que en realidad todos sentimos dentro.
Hace tiempo, bastante tiempo, mi amigo Nacho me envió un panfleto titulado Indignaos. Era el resumen de un texto bastante más extenso redactado por Stephane Hessel, nonagenario bonachón, miembro de la resistencia francesa en la invasión nazi y redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El contenido de aquel folleto decía cosas como estas:
“El pensamiento productivista, impulsado por Occidente ha conducido al mundo a la crisis actual”.
“Ya es hora de que la justicia y el equilibrio duradero -económico y medio ambiental- prevalezcan porque son los riesgos más serios que amenazan la aventura humana en el planeta. La Tierra puede llegar a ser inhabitable para nuestra raza”.
“Convoquemos una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación que no propongan como horizonte para nuestra juventud otras cosas que no sean el consumo en masa, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición excesiva de todos contra todos”.
“A todas las personas que harán el siglo XXI, les decimos con afecto: Crear es resistir; resistir es crear. No seáis pasivos ¡INDIGNAOS!”.
Mi amigo Nacho las ve venir de lejos porque él en su mocedad también acampó sobre los predios de la indignación y sabe un rato de lo que se podría hacer y no se está haciendo. Por eso me mandó el panfleto de Hessel. Porque sabía que tarde o temprano la invitación del honorable alemán a los herederos del futuro para que abandonaran su indiferencia política causaría efecto y quería que yo lo supiera.
Nosotros, los que exaltábamos la portada del Playboy como máximo exponente del apetito sexual y besábamos el anillo del cura en señal de respeto y sometimiento al poder instituido, pasamos aquellos años anonadados por la narcosis de la fábula franquista. Crecimos en un mundo de fantasía enmascarada. Nos educaron en la felicidad de la otra vida como coartada a las carencias en esta. Nos inculcaron la paciencia para llegar a viejos como personas de bien: frente alta, barbilla arriba, pecho fuera y barriga adentro. Se nos quemó el puchero entre la chabacanería de Emilio el moro, el tour de Bahamontes, el mito engañoso de Mariano Haro y el tapabocas del La, la, la de Massiel y su minifalda. No teníamos más esperanza que la muerte del dictador para escapar de los abusos y la opresión. Así agostamos nuestra juventud. No podíamos rebelarnos porque huir de los grises, descalzos o en alpargatas, era un suicidio y a todos nos gusta la vida por muy ruin que nos la dibujen.
El 15 de mayo puede ser ese día en el que los jóvenes marquen una nueva era en la historia de nuestra democracia. En paz, con calma, sin violencia, la estructura política puede reformarse y los cambios sociales pueden conseguirse. Ya hemos visto casos parecidos en países como Bélgica e Islandia. Ahora estos nuevos maquis sin metralletas nos recuerdan que en España hay casi cinco millones de parados pero ninguno es político. Que el empobrecimiento de la población aumenta para todos menos para la banca y las grandes empresas. Que hay que replantear las reformas laborales, la ley electoral y acabar con la sangría hipotecaria. Terminar con la desigualdad, la marginación y la xenofobia. Que la riqueza hay que distribuirla y la escasez compartirla. Que ya está bien de agachar la cabeza, de callar y de vivir a plazos. Que las advertencias de Hessel están ahí mismo y que pronto ni podremos ir al campo a robar lechugas.
El domingo 19 los maquis de la paz tomarán las calles de nuevo para dar otro latigazo de advertencia al aire. ¿Se apunta?