Mucho se ha hablado y analizado los recientes resultados electorales del pasado 22 de Mayo. Ese Domingo se evidenció la necesidad de lo que tanta gente venimos reclamando desde hace mucho tiempo: Que una persona, sea un voto.
Esta ignominia se escenifica al interpretar simplemente los resultados de dos formaciones políticas bien distintas: UPyD (Unión, Progreso y Democracia) y el PNV.
Según los datos finales del Ministerio del Interior, la formación de Rosa Díez, ha cosechado 465.125 votos y los nacionalistas vascos 327.100 y aunque parezca increíble, los primeros consiguen 152 concejales, mientras que los segundos un total de 882. A pesar de sacar más votos, por el injusto sistema de reparto que establece la vigente Ley Orgánica Electoral, se han producido situaciones tan esperpénticas y surrealistas como ésta.
Jamás podremos decir que vivimos en una Democracia real si una persona no es un voto. Creo que es lo mínimo que se debe pedir en una sociedad como la actual. Se nos llena la boca invocando sin parar derechos de todo tipo en nuestro día a día y no nos damos cuenta que nuestro voto, dependiendo de la circunscripción en la que nos encontremos, vale más o menos. Es sencillamente insultante y antidemocrático.
Así no nos debe extrañar el enorme poder político e influencia que tienen los distintos partidos nacionalistas en nuestro país, hasta tal punto, que a veces parece que son ellos los que verdaderamente gobiernan España con su chantaje a los dos grandes partidos, cuando éstos no tienen la mayoría necesaria. Un chantaje que se resume en lo siguiente: Si quieres mi apoyo, queremos tanto dinero para nuestra región o tal transferencia de competencias. Y así nos va.
Además de derechos históricos, realidades nacionales y demás estupideces, tenemos que aguantar que se rían de nosotros de esta manera legalmente consentida. Porque lamentablemente dá risa el ver cómo partidos que sólo defienden los intereses de una determinada región y que además tienen un número de votos tan bajos, puedan poner contra las cuerdas a todo un país cuando les venga en gana.
Por tanto, no es de extrañar que los nacionalistas se opongan frontalmente a cualquier reforma de tan perversa ley electoral. Así pueden seguir saqueando al Estado con el amparo de la ley y a la vista de todo el mundo.
Ahora se entiende mejor la reivindicación de tantos intelectuales y de movimientos ciudadanos indignados por tal situación. Somos uno de los países del mundo más descentralizados, hasta el punto de parecer un puzzle constituido por 17 miniestados, en muchos casos con derechos y obligaciones diferentes según la comunidad autónoma donde se viva.
España es una gran nación, única e indivisible y no puede doblegarse a los intereses de unos pocos. Para ello es necesario que aparezcan más actores nacionales en la arena política, que vayan desplazando el inmoral peso que tienen los nacionalistas actualmente.
Me considero un español sin complejo de serlo y me niego a aceptar otros criterios de reparto de poder que dan las urnas, que no sea, una persona, un voto y cualquier ciudadano decente debería pensar lo mismo.
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