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Desde la Bahía

El flamenco y el Grammy

Cuando se viven muchos años, se han conocido etapas muy diferentes en gusto y admiración por el arte

Publicado: 26/11/2023 ·
19:03
· Actualizado: 26/11/2023 · 19:03
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Los días nunca son parecidos, su diversidad es su mejor carácter. Los conceptos con el tiempo adquieren la volubilidad de la veleta y giran según los vientos reinantes. La virtud es muy variable y depende del “tipo impositivo” que una moda bien adoctrinada impone. El delito sueña con la amnistía, pero no consigue generalizarla, alcanzándola solamente elementos privilegiados que tienen “puerta de salida” que la justicia no puede cerrar por estar las bisagras oxidadas políticamente.  La “montaña rusa” es una realidad palpable y visible que nos lleva desde las cloacas a las salas de palacios, desde el anonimato a la fama, desde el desprecio a la idolatría, desde la ignorancia o mediocridad al poder legislativo, todo depende del momento en que esté anclado el color de esa realidad, azul o rojo.

La historia es tiempo pasado, pero es vida en su totalidad, aunque algunos solo la vean en la parcial memoria democrática. Ser miope y no querer utilizar lentes es propio de los que van por la vida conscientes de su ignorancia, pero con fobia al saber.

No sé si el canto en un principio fue un eufemismo para darle belleza y encanto a una verdad que no podía exponerse de forma desnuda. La laringe dio profundidad al sentimiento. La voz y el gesto alcanzaron la cima sublime de la expresión. El canto nos hizo desiguales, pero todos salimos ganando. El cantante paso a ser admirado artista. El que no tenía “ese don” se hizo espectador y crítico y en mano de ellos quedó la historia, el estudio, el origen y la evolución de cualquier género de vocalización. El artista no tiene por qué ser un erudito del cante y no debe de exigírsele, como no se le exige a la rosa que sepa de botánica. Dios no olvida nunca darle a cada palo la vela que le corresponde. La cultura precisa evolución continuada, pero cuando esta se hace olvidando -en ocasiones anulando o despreciando- a los clásicos, puede pasarle, como a los que acudían a las antiguas casas de fabricantes de jabón, donde resbalarse o caerse era la norma.

Nuestra cultura musical andaluza es el cante flamenco. No hay que olvidar a Extremadura y Murcia. Complejidad en sus orígenes. Es de creación genuina gitana o cuando estos llegaron a España ya había sido creado, tal como hoy en día lo conocemos. En la actualidad hay la tendencia a considerar que lo fundamental es la expresión actual del flamenco, sin adentrarse en su historia, pero es de justicia el conocer los espacios tristísimos vividos por judíos, moriscos y la persecución gitana. Es la “memoria genética” o “cultura de la sangre”, llama oculta de su dramatismo, que produce en el “aficionado” una honda e irreversible huella en sus sentimientos.

Cuando se viven muchos años, se han conocido etapas muy diferentes en gusto y admiración por el arte. El flamenco ha tenido que recorrer un plano inclinado en el sentido del ascenso, desde de ser propio de “gentes de mal vivir” despreciado o aislado por todos excepto una clase más bien ínfima de la sociedad y estar prácticamente prohibido en los altos círculos de la cultura, al acercamiento al mismo y constituirse en una verdadera moda entre el pseudo progresismo y la intelectualidad, donde a nadie se le ocurriría si quiere alcanzar altos niveles de poder, cargo o saber. Decir que no se sabe o no se conoce lo que es una seguiriya, soleá o cualquier otro “palo” del flamenco, es hoy en día un delito de lesa cultura, sin posibilidades de indulto o amnistía. Hay que demostrar que se fue flamenco durante toda la vida, aunque casi todos tuvieron que esperar al claro establecimiento de la democracia y a la llegada de esta citada e impetuosa moda jadeada de “cante jondo” para alzar el cuello por encima de la camisa de la hipocresía. El dogma se ha hecho flamenco entre los políticos, que falsean el cariño hacia las costumbres del pueblo. Hablar de rebeldía o sentido solidario de nuestro cante es propio de mítines electoralistas, El andaluz es ante todo individuo e ignora los clamores populares y solidarios, decía Cansino Assens, generalizando una actitud falsa del espectador de nuestro cante, cuya conciencia tras la escucha del mismo, siente un motivo de rebeldía, aunque las letras del cante recogidas por Antonio Machado Álvarez, un total de 800, solo muestren nueve con esta actitud.

Tienen mucho que decir Triana y Jerez en el flamenco, pero nuestra Isla, en ocasiones muy apagada en sus sentidos, no lo ha sido en el cante jondo y nombres como los del El Fillo, María Borrico, Cristobalina La Gitana o el Viejo de la Isla, enorgullecen a los isleños que siempre fueron admiradores de este arte, cuando era difícil serlo y ahora que es un lujo universitario y ha alcanzado su cima en el nombre de José Monge Camarón de la Isla, pero dejad que hoy me refiera a una voz excepcional, la del Chato de la Isla, que no admite comparación, ni competencia, por ser especial y única.

Pero todo este artículo lo he hecho mientras pensaba en felicitar a Niña Pastori por su Grammy Latino al mejor álbum flamenco, algo que da categoría y universalidad a nuestro pueblo. En La Isla los días tienen diversidad y sus habitantes personalidades tan sobresalientes como la ganadora de este premio, que hacen que la gloria no nos esté distante.

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