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Vancouver quiere que los Juegos de Invierno marquen su futuro

Tras siete años de espera desde que ganó la oportunidad de ser la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, Vancouver está lista para mostrar al mundo que Canadá quiere que el siglo XXI sea el de su despegue a nivel internacional.

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  • Un esquiador entrena para la prueba de velocidad masculina en el Óvalo Olímpico de Richmond en Vancouver. -
Tras siete años de espera desde que ganó la oportunidad de ser la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, Vancouver está lista para mostrar al mundo que Canadá quiere que el siglo XXI sea el de su despegue a nivel internacional.

Siempre a la sombra de un poder imperial, primero británico y luego estadounidense, Canadá se ha tomado esta celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno como la primera oportunidad del siglo XXI para demostrar que ha llegado el momento de ocupar su puesto en la escena internacional.

Y Vancouver, una de las ciudades más caras del país (antes incluso del subidón provocado por la organización de los Juegos), intrínsecamente moderna y cosmopolita, y la puerta de Canadá al cada vez más importante continente asiático, es la encargada de hacer las cartas de presentación a la comunidad internacional.

Desde un punto de vista puramente deportivo, todos los analistas están de acuerdo en que Vancouver romperá la “maldición” olímpica que persiguió a Canadá en el siglo XX: ser el único anfitrión de unos Juegos Olímpicos que nunca ha conseguido ganar una medalla de oro en casa.

Canadá falló primero durante los Juegos Olímpicos de Verano de Montreal, en 1976, y repitió su fracaso en 1988 durante los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en la vecina Calgary.

Pero esta vez es distinto y el país ha hecho todo lo posible para asegurarse lo más alto del podio para el mayor número de sus atletas. Incluso a costa, como han acusado algunos especialistas, de dejar en el camino el espíritu de “fair play” que identificó a los canadienses durante el pasado siglo.

Por ejemplo, el equipo de patinaje de velocidad de Estados Unidos se ha quejado de que Canadá ha limitado sus entrenamientos en las pistas olímpicas –“nadie ha hecho esto antes”– para aumentar las opciones al podio de los atletas canadienses. Y esa ha sido una queja generalizada.

Lo que unos consideran “trucos sucios” otros lo ven como la “madurez” de Canadá.

En la propia ciudad de Vancouver tampoco se han escatimado esfuerzos para que la ciudad brille como nunca, algo que no va con el aspecto tradicional y comedido que los canadienses se han esforzado en mantener durante gran parte de su historia.

El Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 (Vanoc por sus siglas en inglés) no ha revelado cuál es el coste exacto de la cita. En el 2007, sus cuentas establecían un presupuesto de 1.630 millones de dólares.

Pero las autoridades canadienses también fijaron el coste de la seguridad de uno de los mayores acontecimientos deportivos del mundo en 175 millones de dólares, aunque posteriormente reconocieron que la cifra no era realista.

Las últimas cifras no oficiales lo colocan por encima de los 1.000 millones de dólares, con el despliegue de miles de policías, soldados y agentes de seguridad privados.

Igualmente, “The Vancouver Sun” estableció hace un año que el coste real de los Juegos Olímpicos de Invierno superará los 6.000 millones de dólares y que terminarán con un importante déficit que pagarán los contribuyentes de la ciudad y el resto del país.

En la ciudad el coste ya se está notando, con el cierre de escuelas e institutos durante los Juegos y el anunciado despido de centenares de profesores en el 2011 para compensar el déficit de decenas de millones de dólares previsto para el próximo curso escolar.

Incluso el primer ministro canadiense, Stephen Harper, decidió en diciembre suspender las sesiones del Parlamento canadiense en parte para permitir que el país se “concentre” en los Juegos de Vancouver, una inusual decisión que ha causado un buen número de protestas.

Centenares de activistas, desde grupos que luchan contra la pobreza en el país hasta defensores de los derechos de los indígenas canadienses, pasando por organizaciones medioambientales, han concentrado sus críticas a lo que consideran despilfarro olímpico.

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