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Alcalá la Real

Dolores Ortiz, una pionera de la fotografía en Alcalá

Hija del fotógrafo Rafael Ortiz, Dolores establecería un estudio de fotografía en la calle Marines en torno a 1945, en plena posguerra

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  • Dolores Ortiz, a los 26 años de edad.

De todos es conocido que Alcalá la Real ha sido y es tierra de buenos fotógrafos. La tradición viene de lejos y contó con nombres señeros que han hecho de nuestra localidad un referente. Lo que no es tan de dominio público es que Alcalá contó con una mujer fotógrafa, que incluso contó, durante muchos años con su propio estudio, en tiempos en los que incluso eran pocos los hombres que se dedicaban a esta profesión. Su nombre fue Dolores Ortiz Zafra y esta es su historia.

Dolores había nacido en Loja en el año 1910. Su padre, Rafael Ortiz Jiménez, era fotógrafo y contaba con un estudio en la localidad granadina. En 1926, la familia se traslada a Alcalá la Real, donde Rafael se establece y abre un nuevo estudio. Este estaba situado en la calle General Lastres, en la Plaza del Ayuntamiento, pudiendo considerarse uno de los primeros profesionales de la fotografía que prestó sus servicios en el municipio. Su bisnieto, Luís Delgado, asegura incluso que Rafael Ortiz fue el autor de la única foto conocida de Custodio Pérez Aranda, el “Santo Custodio”, ya que, según se cuenta, todas las demás que intentaron hacerle salieron veladas.

Dolores se casó el 30 de mayo de 1936, muy poco antes de que estallara la Guerra Civil. De hecho, la contienda afectaría de forma importante al matrimonio. Dolores se había casado con Luís Delgado Pérez, un taxista de la localidad, también uno de los primeros en ejercer esta profesión en aquellos años en que comenzaba a extenderse el uso del automóvil. Un día en que Luís se había desplazado a Jaén para realizar un servicio, viaje en el que le había acompañado Dolores, la pareja se encuentra, a su regreso, que no era posible ya acceder a Alcalá. La localidad había caído ya bajo el control de las tropas franquistas, pasando de este modo al bando nacional.


Se iniciaba así un periplo que mantendría al joven matrimonio en un exilio itinerante durante varios años, hasta que finalizó el conflicto. Tenían su hogar en la calle Veracruz, pero no pudieron regresar a él y tuvieron que vivir en la capital o en Valdepeñas durante ese tiempo. Solo en 1939 pudieron regresar, estableciéndose en casa del padre de Dolores. La pareja se encontró incluso con otros problemas, como el hecho de que el dinero que habían recaudado en la boda, en 1936, es decir, todavía en la República, ya no les servía en la España de la postguerra.

Dolores había aprendido el oficio de la fotografía de su padre, y fue en torno a 1945 cuando decide dar un paso inédito para una mujer de su época. Fue así como se convirtió en fotógrafa profesional, abriendo su propio estudio en la calle Marines. Dolores realizaba reportajes de bodas, comuniones, bautizos y otros eventos sociales. Son muchos los alcalaínos que todavía hoy conservan las fotos de la boda de sus padres o de la comunión de algún familiar, realizadas por Dolores Ortiz. Realizaba también retratos y ya en los años cuarenta y cincuenta realizaría las primeras fotos para el recién creado Documento Nacional de Identidad.

Era, en todo caso, una fotografía mucho más artesanal que la que hoy conocemos. La propia captura de la imagen era todo un proceso, mucho más delicado y aparatoso que el simple click que hoy hacemos en nuestros teléfonos móviles. Luego, en el proceso de revelado, se utilizaban, por ejemplo, la ampliadora, el retocado con pinceles o la cortadora. Una labor lenta y compleja que hacía que Dolores, a menudo, pasase las noches trabajando para poder entregar los numerosos encargos.

Dolores Ortiz mantendría su estudio abierto hasta finales de los años sesenta. La aparición de los primeros problemas de visión, que la llevarían mucho más tarde a tener que ser operada de cataratas, mermaron su capacidad para continuar realizando su oficio. Durante el tiempo en que ofreció sus servicios como fotógrafa, mostró siempre su constante interés por seguir aprendiendo. Pese a carecer de estudios y de formación específica en fotografía, sus conocimientos los adquirió de forma autodidacta, movida siempre por su empeño de evolucionar y se mantenerse al tanto de la innovación y la modernidad.

Murió en 2007, a los 97 años de edad, sin abandonar su vitalidad y su interés por lo que ofrecían las nuevas tecnologías, capaces, por ejemplo, de realizar aquellas fotografías que tan laboriosas resultaban en su tiempo, desde un pequeño teléfono móvil. Una mujer pionera, una verdadera emprendedora, adelantada a su tiempo.

 

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