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“Mi abuela ingresó en la UCI y falleció a los pocos días. Yo la contagié”

Muchos jóvenes siguen manteniendo la cautela para evitar contagiarse de coronavirus; otros, sin embargo, viven como si la pandemia hubiera desaparecido

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  • Durante las últimas semanas los contagios se han disparado entre jóvenes y adolescentes.

En el punto de mira. Cuestionada, juzgada, señalada. Así se ha sentido una juventud que, de la noche a la mañana ha visto truncada su etapa de socialización, de diversión, de relación con sus grupos semejantes y de miradas al futuro. Tachados de insolidarios e irresponsables, muchos jóvenes se han rebelado alegando su implicación y responsabilidad social. Otros tantos han reconocido que sus hábitos no se han visto demasiado alterados por la pandemia tras el confinamiento.

El caos empezó a ser visible el mismo día que el estado de alarma cayó. Al día siguiente portadas, informativos y páginas de periódicos se hacían eco de los macrobotellones que habían tenido lugar de mano de masivos grupos de jóvenes. La juventud volvía a ser protagonista tras los brotes provocados por las aglomeraciones y las fiestas celebrando el verano y la vida.

¿Desinformación o falta de responsabilidad? La cuestión es que los jóvenes de la COVID-19 han quedado estigmatizados y marcados como la generación insolidaria e inconsciente que no miró por sus mayores ni por aquellos que sí se implicaron para con la sociedad.

Begoña Mascareña, enfermera, trabajadora en UCI y en planta, afirma que el perfil de ingreso ha cambiado en los últimos meses: “ingresa gente que se cree inmortal”. La mayoría de personas afectadas actualmente son jóvenes que lo pasan en casa, pero cuando necesitan atención hospitalaria el nivel de afección es grave. Incluso el perfil de ingreso en UCI ha bajado. Según Begoña: “han pasado de ser abuelos a ser padres, hijos, hermanos o sobrinos”. Asegura que ha conocido casos de familias enteras afectadas, de ingresos en UCI de personas muy jóvenes, gente embarazada e incluso adolescentes que, nada más acudir al hospital, tienen que ser intubados por la gravedad de su situación.

Este cambio en el perfil de afectados no es causa única de la irresponsabilidad, también es consecuencia de una estrategia de vacunación que ha comenzado inmunizando a los más vulnerables, a los ancianos, y al recto de colectivos en riesgo.

“Me salté las normas un par de veces”

El COVID le ha cambiado la vida a Isabel “por falta de conciencia”. Esta joven reconoce que durante el confinamiento “me salté las normas un par de veces, pero intentaba cumplir, sobre todo por evitar que me sancionaran”. Alguna vez también se saltó las limitaciones de movilidad con un justificante que le hacía un amigo con la firma de su empresa.

“Cuando se acabó el confinamiento empecé a salir. Siempre salía con el mismo grupo de amigos, pero a veces éramos más de los que se permitía y ellos, por otro lado, quedaban con otros amigos, cosa que en su momento no tuve en cuenta. Creía que con limitar mi círculo siempre a las mismas personas, era suficiente”, expone.

Después del confinamiento domiciliario la abuela de Isabel fue a vivir a su casa junto a ella, su hermano y su madre.  “Un día mi abuela empezó a tener síntomas. En un principio leves, como dolor de cabeza y de garganta”, nos cuenta. “En ese periodo me llamó un amigo con el que estuve tomando algo días antes para contarme que había salido de fiesta y había dado positivo. Tuve que hacerme la prueba y di positivo. A partir de ahí, todo fue mucho más rápido. Hubo que llevarla al hospital y dejarla allí, sola. No tardó en ingresar en UCI, sedada e intubada, para fallecer a los pocos días. Yo la contagié”.

Isabel ha precisado de tratamiento psicológico para aceptar la situación y la muerte de su abuela. “Me empeñé en no creer que la cosa era tan grave como decían,  que era una exageración para meternos miedo. Me negué a recibir información por si ese miedo me afectaba. Todo esto me llevó a vivir, una experiencia que voy a arrastrar siempre y que siempre me va a pesar”.

Preocupación por las medidas

Cristian es un joven gaditano que durante la pandemia ha estado trabajando en primera línea por ser sanitario. Asegura que la situación ha reforzado su familia: “hemos sabido lo que es echar verdaderamente de menos”. Se vio obligado a vivir fuera del núcleo familiar por motivos laborales. Cristian asegura que sus hábitos de salida no se han modificado demasiado porque, por una cuestión de preferencias personales, no era asiduo a salidas nocturnas, ni a discotecas ni a pubs, pero sí advierte un cambio en su actitud al salir a un restaurante o a tomar algo a alguna terraza. Antes se fijaba en cuestiones superfluas o en aspectos relacionados con la profesión hostelera, que también conoce de primera mano; ahora, según cuenta, su preocupación va más allá: ahora se fija “en los comentarios de las personas de alrededor, conversaciones relacionadas con la crisis sanitaria”. Ahora se preocupa por asegurarse de que se cumplen las medidas de seguridad, de que las personas lleven la mascarilla bien puesta o de que se guarden las distancias y se cumpla el protocolo. También cuenta que ha dejado de quedar con personas con las que solía hacerlo “porque no se cuidaban del virus”, y por esa parte sí ha notado un cambio en sus relaciones sociales.

Con respecto a su visión sobre el nivel de concienciación de la juventud con el Covid, Cristian cree que “los jóvenes que realmente han sido conscientes, lo han sido porque han vivido de cerca las consecuencias: el fallecimiento de un padre, de un abuelo o de algún allegado, el contagio o la estancia en UCI de personas conocidas.

“Salen con síntomas y no te avisan”

“Crees que son amigos, pero salen con síntomas y no te avisan”, nos cuenta Ana. Esa es otra de las realidades que afrontan los jóvenes en la actualidad. Las ansias de fiestas, el miedo a poder dar positivo, llevan a la irresponsabilidad de poder provocar un contagio masivo. En esa situación se ha visto Ana recientemente, que ha pasado un autoconfinamiento y, finalmente, ha dado negativo, por responsabilidad e implicación con su familia.

Piensa que la juventud en general se ha confiado, pero que gran parte de la responsabilidad recae en los responsables de gobernar. “Si no te obligan a usar mascarilla o a llegar a casa a una hora determinada, es normal que los jóvenes se relajen y pasen de las medidas no obligatorias”. Asimismo, ha advertido en sus salidas que hay muchos ambientes en los que el panorama es complicado y no se cumplen las medidas. No obstante, asegura que “en la mayoría de los casos no es culpa del local sino de las personas que salen a alternar”.

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