El banquillo del Real Madrid es una túrmix. A menudo es una picadora de varillas que tritura al inquilino de turno. Zidane, en cambio, sale ileso de cada movimiento sísmico que rodea su figura. Sus críticos hablan de flor, pero la realidad es bien distinta. Ante un huracán, su receta es mostrar calma y normalidad. Revoluciones, las justas. O ninguna. 1-4-3-3. El 1 es básico como diría su delegado, Miguel Porlan Chendo. El 1 del portero siempre hay que incluirlo en la táctica. El periodismo lo olvida a menudo. Y adelante. Con serenidad, mucha serenidad y cabeza fría. Mucho más si enfrente aparece el FC Barcelona.
Steve Jobs se inspiró en la estética de Braun, la multinacional alemana de pequeños electrodomésticos, para el diseño de sus gadgets en Apple. Su exprimidor, su minipimer -derivado de la compra de la empresa barcelonesa Pimer por Braun-, su radio. Todo aquel repertorio de artilugios que hacen más cómoda la vida son obra del alemán Dieter Rams, de moda estos días por ser protagonista de un libro editado por Phaidon.
Jobs admiraba la belleza, la honestidad y la sencillez de Dieter Rams. Y por analogía, en el mundo del fútbol, Zidane parece seguir esta escuela de normalidad, de simplicidad, de llaneza, otorgando una confianza ilimitada a sus jugadores, que le debían una. Una muy grande. La incomparecencia del equipo ante el Cádiz y el Shakhtar Donetsk resultó estremecedora.
Entre el palo y la zanahoria, Zidane elige públicamente la segunda para motivar a sus jugadores. Parece incluso un jugador más, él fue veterano antes de dejar el fútbol y da hilo a futbolistas como Marcelo e Isco, a los que intentar recuperar para no dejarles tirados. La temporada es larga.
Zidane, por lo exhibido en el Camp Nou, es un gestor experto en aislar el ruido. Ha desactivado una bomba de relojería. Ganar en el Camp Nou siempre es un bálsamo para acudir estos días con una sonrisa. Hay tramos de la temporada donde los jugadores se desconectan. Se buscan causas. Hay una legión de gurús siempre escudriñando los motivos. Pero debe ser difícil encontrar las causas porque se repiten año tras año estos desajustes. Y nadie lo remedia.
Una reflexión sí es obvia. El Real Madrid es un equipo que vive bien bajo presión. Maneja como nadie vivir con el agua al cuello. Courtois, Sergio Ramos, Modric y Benzema, todos ellos con horas de vuelo, suman siempre en los grandes días.
Zidane ya es un clásico del Real Madrid. Sin aspavientos. Con el sosiego que le da su currículum. Con su traje azul marino. Y siempre con su pin con el escudo del Madrid en la solapa. Del Madrid de toda la vida.
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La batidora de Zidane
El banquillo del Real Madrid es una túrmix. A menudo es una picadora de varillas que tritura al inquilino de turno
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