El género de los espías ha dado personajes maravillosos en la historia del Séptimo Arte. Lo ha hecho desde el cine mudo -coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial- hasta nuestros días. Los hay por doquier. (In)creíbles y disparatados: James Bond y Austin Powers. Títulos pretéritos como Spione, de Fritz Lang, o más actuales como El Puente de los Espías, de Steven Spielberg, han unido política y espionaje durante décadas. Hemos visto de todo, incluso series como Homeland, que tienen en la actividad de los servicios de inteligencia su razón de ser, aunque en esta ocasión en la lucha contra la Yihad.
En la actualidad, el espionaje lo salpica todo en nuestras vidas. En nuestro día a día, las aplicaciones que, con ligereza, descargamos en el móvil suponen una especie de carta blanca para ceder datos, sonidos e imágenes a empresas. La madre de todas las batallas en este sentido la encarnan el Gobierno de Estados Unidos y la multinacional china Huawei, en la era del despliegue tecnológico del 5G. TiritiTrump teme que tras la tecnología de Pekín estén los ojos rasgados. La Casa Blanca recuerda que la Ley de Inteligencia Nacional de China de 2017 dice que las organizaciones deben “apoyar, cooperar y colaborar en el trabajo de inteligencia nacional”. Países como Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda siguieron los pasos de Estados Unidos, potencia que presiona ahora a España para que también vete a Huawei. A más, a más, ayer mismo Washington y Londres acusaron a hackers rusos de querer robar datos de la vacuna contra el coronavirus.
En nuestro terruño, tenemos ahora el escándalo de las escuchas al presidente del Parlament de Cataluña, y otros dirigentes políticos catalanes. A través del programa espía Pegasus, que una compañía israelí sólo vende a estados, se piratearon los móviles de políticos independentistas, y estos, pues, se han mosqueado. Sin olvidar, por supuesto a Villarejo, alumno aventajado de Anacleto, agente secreto, quien durante décadas fue fontanero, soldador y desatascador de las cloacas del Estado y del poder financiero, y que ahora puede estar tras algunas filtraciones que remueven los cimientos de la Corona. Ya saben, la información es poder.
