Xoel tiene seis años y desde los dos sabe el nombre de las vacas de la explotación que lleva a su casa el sustento. Ramona, la veterana, dobla en edad a este niño, el miembro más pequeño de una familia feliz que fijó su hogar en una cima, la de Racamonde, y que vive aislada. Todo el año.
Un parque eólico cercano, el de Forgoselo, es el único símbolo de modernidad. Coches, en este confinamiento, no pasa ni el primero y el resto del año muy pocos. El terreno es granítico, con paisajes rocosos, y las vistas desde el monte perteneciente al ayuntamiento de San Sadurniño, en A Coruña, son sencillamente algo excepcional.
Por el mirador se intuye que es un lugar de reposo para los caminantes que aman las cumbres. Pero pocos son conocedores de que allí reside este menor junto a sus progenitores, su abuela y una de sus tías.
"Estamos contentos. El aire es puro. Mis hijos tienen un gran conocimiento del medio. Nadie nos molesta", cuenta a Efe David Arnoso, el padre, ganadero de 41 años que ya nació en esta zona y que introduce un significativo matiz en su comentario, pues los aerogeneradores "nunca callan", dice con humor, y, aunque están acostumbrados al sonido, es cierto que son los únicos que incordian.
Se levanta a las siete y media. También su mujer, Mónica Anca, de 40, que es oriunda del vecino municipio de Narón, pero sus parientes ya estaban vinculadas al "rural vivo". Con ellos reside otra Mónica, que es la hermana de David, de 34 años, y Clara, de 72, abuela materna de Xoel y del hermano de éste, Miguel, adolescente, de 13.
El más chiquito se inclina por los animales, se vuelca con los mastines Coco y Roi y con el pequeño perro Nico; el mayor es más de los tractores y la maquinaria. Xoel sabe el nombre del clan vacuno, 43 cabezas, al completo. Sin equivocarse.
La más antigua, a punto de hacer doce años y medio, es Ramona, "mucho tiempo para una frisona" dice David, cual pareado. La recién llegada, Susi, de apenas tres semanas, y otras "vaquillas niña" son Sara y Chispita. Con ellas están la Maruxa, Pepa, Lupita, Teresiña, Lucía o Mora. En suma, más de cuatro decenas de reses, algunas bautizadas como conocidos personajes de dibujos animados.
En la cuadra cada una tiene su plaza. Cuando Xoel era poco más que un bebé, las nombraba, e igual daba que estuviesen mezcladas, pues él sabía identificarlas.
Manuel y Xoel tienen en cada jornada tarea por las mañanas. Los suyos les echan una mano. Ahora más. Las tardes procuran dejarlas libres para jugar y entretenerse.
Xoel estudia en A Capela, en un centro al que ya fue David. Manuel acude a San Sadurniño. La vivienda de estos chicos, rodeada de siete hectáreas de finca, es un oasis a veinte minutos en coche del centro de Ferrol, misma distancia que del pueblo de As Pontes, y a apenas quince del municipio de Fene.
Pero al supermercado, en este momento, apenas van. Además, para qué, cuando un camión ultramarinos llega a su puerta por si se les ofreciese algo.
Los Arnoso-Anca tienen "excedente" de carne. Debían matar a una becerra, pero todavía hay reservas de la anterior y están dejando que pasen los días. Conejos, gallinas, pavos, pollos... Nada les falta. Con los potros también han hecho sus incursiones, aunque no ahora mismo. Y las patatas las adquieren en una cooperativa. Para el encierro, por ampliaciones que haya, disponen de sacas suficientes.
Están donde quieren y se les nota. Cuando David habla, sin que él sea consciente da una auténtica lección de humanidad, sacrificio, solidaridad y liderazgo. Del sector lácteo afirma que podría estar "pelín mejor" pero no se queja sobremanera.
Les gusta hacer leche natural. Tienen un contrato con una marca determinada. "Nuestras vacas comen hierba natural. Y podríamos tener más, pero mejor no, es preferible un número más reducido y que así tengan un poco más de rendimiento".
Él es el presidente de Prolega, la asociación que en una ocasión acaparó titulares por una decisión totalmente altruista de enviar forraje a ganaderías afectadas por incendios forestales. No buscaba publicidad alguna, pero se enteró la prensa. Al igual que ocurre en la actualidad, con los movimientos que ha hecho con el objeto de que no falten en su ámbito cercano mascarillas ni pantallas protectoras.
Con una humildad despojada de todo engreimiento, en eso último no ahonda. Considera simplemente que es lo que había que hacer. Punto.
En estos días traumáticos, los Arnoso-Anca no se muestran en absoluto miopes ante lo que creen un drama humano con muchas aristas. No obstante, en esa cúspide se mantiene la armonía. Y en ella, aún con el estado de alarma vigente, seguirá retumbando el silencio. Salvo por las turbinas que acciona el viento, claro está.
No es una meca romántica. O sí. Y no se sienten enclaustrados ni aislados socialmente. Mantienen esporádicamente encuentros y cenas, o de ese modo sucedía mientras era posible, en residencias de amigos. El grueso habita "lo urbano".
Pero ellos, los seis, se dejaron seducir por un "oxígeno adicional", según sus propias palabras. Por la sinceridad de la montaña.