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Sevilla

El coronavirus deja la imagen de una Sevilla previa al boom turístico

Un recorrido por el centro evidencia que ni turistas ni sevillanos, con excepciones, están dispuestos a saltarse las medidas extremas para frenar el contagio

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A las 10.00 de la mañana, en el entorno de la Plaza del Salvador, los bares ofrecen la primera prueba de que las medidas anunciadas por el Gobierno y secundadas por la Junta de Andalucía (suspensión de clases, evitar contactos sociales y quedarse en casa) han empezado a aplicarse.

Muchas familias han decidido este viernes adelantar la suspensión de las clases en todos los niveles educativos, decretado para el próximo lunes 16 de marzo y durante quince días. Esto ha reducido de manera ostensible el número de desayunos, que algún que otro camarero ya ha empezado a servir con guantes de látex.

En la misma plaza, un paraguas abierto sin que caiga una sola gota alerta de que un grupo de turistas está citado en este lugar para comenzar su recorrido por el centro de la ciudad. El guía que han contratado reconoce que la situación está “muy mal”, con caídas “considerables” de las reservas que había para el mes de abril y mayo. “En dos semanas, veremos si la situación es más o menos catastrófica”.


En dirección al corazón monumental de la ciudad (el Alcázar, la Catedral y el Archivo de Indias) -previo paso por la Plaza de San Francisco donde el montaje de los palcos continúa pese a las incógnitas cada vez más que fundadas de que no haya Semana Santa- , el paseo por las calles recuerda al de los años anteriores al boom turístico. Menos maletas, menos grupos, más fluido el caminar, pero con el olor característico de estas fechas, el azahar, que indica un tiempo en el que la ciudad bulle y en el que se presiente la alegría que ha de venir. Pero ni el tiempo acompañaba a primera hora de la mañana: un cielo gris. Como el ánimo de negocios, familias, turistas…

 

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En la Fábrica de Tabacos, sede del Rectorado de la Universidad de Sevilla, los estudiantes brillan por su ausencia y los turistas que hay parecían entrar como dudando de que fuera posible.

Teníamos pensado venir a Sevilla antes incluso de que nos suspendieran las Fallas”. Una pareja de turistas valencianos se topa en el Alcázar con un cártel que les chafa la planificación de su último día en la ciudad: “El Real Alcázar cierra temporalmente la visita pública hasta que las autoridades sanitarias indiquen lo contrario. Gracias por su comprensión”, se puede leer.

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Camino de San Lorenzo por Tetuán (algunos comercios lucen anuncios de descuentos y rebajas en algunos casos del 30%) y al llegar a Cardenal Spínola, esta calle mantiene el pulso de cualquier  viernes del año, cuando decenas de fieles se acercan a la Basílica del Gran Poder. Este viernes (13), de hecho, hay besamanos de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso. Quizás menos bullicio, pero en el templo hay un buen puñado de personas, en su mayoría de edad avanzada, los más vulnerable en caso de acabar contagiados por el coronavirus.

En La Campana, es un buen día para coger el 27 camino de Sevilla Este: sin colas y con asientos de sobra. Insólito, y si no que le pregunten a cualquier usuario habitual de esta línea.

De vuelta en el Salvador, cuando ya el sol y el reloj anuncian que es tiempo de la cerveza de mediodía, y a las puertas de un fin de semana, en La Bodeguita todavía hay varias mesas vacías. Nadie de los preguntados, sin embargo, cuestiona la necesidad de tomar medidas. “Si hay que tomarse la cerveza en casa, se toma”, reconocían dos amigas en la calle Sierpes.

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