La hermandad de la Crucifixión protagonizó en el primer viernes de Cuaresma un ejercicio de cordura cofrade al otorgar al via crucis de la Agrupación de Cofradías, que presidía el crucificado del Lunes Santo, el verdadero peso específico que merece esta celebración. La corporación del Buen Pastor demostró, ya desde su traslado a San Julián de la noche del jueves, que el rezo bajo las bóvedas de la Encarnación era el verdadero motivo y centro de la celebración y no una mera excusa para sacar de forma extraordinaria a su titular a la calle. Los traslados hacia el primer templo de la Diócesis y luego hasta su sede canónica, se hicieron como tal: por el camino más corto sin prisa, sin pausa y sin recreaciones. Todo esto, acompañando de una tremenda respuesta de los hermanos que completaron un muy nutrido cortejo de cirios y con el aura de una selecta música barroca que hacía transportarse siglos atrás.
El verdadero detenimiento, en su sentido más cuidadoso, vino en el via crucis en sí, que fue leído por 14 personas vinculadas de muy diferentes maneras a la cofradía a lo largo de su historia. Por ejemplo: Luis merino, ex hermano mayor de la Expiración, Archicofradía madrina del Cristo de la Crucifixión, que ocupaba el cargo cuando la bendición de la imagen, o los hermanos mayores que ha tenido la propia hermandad.
El del via crucis, es uno de los actos incluidos en las celebraciones por el XXV aniversario del bendición del Santísimo Cristo de la Crucifixión que se llevarán a cabo hasta el mes de septiembre.