No tiene tantos seguidores como Lady Gaga, pero Donald Trump está convencido de las ventajas que ofrece Twitter para soltar sus controvertidas opiniones, sin hacer caso a la cautela que le piden sus asesores y hasta su propia esposa.
Trump, que ganó las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, recurre con frecuencia a Twitter para criticar a alguien, lanzar amenazas, quejarse de leyes o costumbres o elogiar a gente que lo alaba.
Su tuiteo es tan imparable que durante la última etapa de la campaña electoral le pidieron, tanto sus asesores como su familia, que evitara recurrir a esa red social porque a veces le causaba más problemas que las ventajas que buscaba.
Pero, erre que erre, Trump no ha dejado de hacerlo, y después de su victoria electoral sigue recurriendo a las redes sociales para dejar claro quién es, lo que piensa y anticipar algunas de sus propuestas.
En una entrevista de esta semana con la cadena NBC, Trump se vanaglorió de tener cerca de 40 millones de seguidores juntos en Twitter y Facebook, una inmensa audiencia a la que no piensa renunciar, aunque a veces se vuelva contra él.
"Francamente, es una moderna forma de comunicación. Llego más rápido que los comunicados de prensa, y más honestamente que algunos reporteros deshonestos", se defendió el presidente electo.
Y eso parece cierto si se compraran sus cifras con las de una de las artistas más seguidas en todo el mundo: Trump tiene 17 millones de seguidores en Twitter y Lady Gaga 64 millones, y, en Facebook, a la cantante la siguen 61 millones de personas y a Trump 16 millones.
El impacto de sus tuits es instantáneo. De hecho, cuando en la entrevista del pasado miércoles Trump destacó las ventajas de Twitter, las acciones de la compañía comenzaron a trepar en Wall Street y terminaron el día con una ganancia de casi el 7 %.
Otras veces, en cambio, tiene el efecto recíproco, como cuando se quejó por Twitter de lo caro que salía el programa para construir el nuevo modelo del avión presidencial, el martes pasado, lo que generó una fuerte caída del valor de las acciones de Boeing.
Trump aprovecha en Twitter para lanzar críticas contra rivales políticos, dirigentes sindicales y, sobre todo, periodistas o medios de comunicación que, según él, no lo tratan con justicia.
The New York Times, por ejemplo, ha sido un frecuente objetivo de sus críticas, o de envidias: en una ocasión dijo que usar Twitter es como "ser propietario de The New York Times, pero sin pérdidas".
El uso que da Trump a las herramientas sociales difiere mucho de su antecesor, Barack Obama, por lo menos antes de que éste asumiera la Presidencia de Estados Unidos, el 20 de enero de 2009.
En noviembre de ese año, Obama reconoció que no había usado nunca Twitter. Hoy tiene 80 millones de seguidores en su cuenta, @BarackObama, que usa indistintamente junto con la de @POTUS (President Of The United States), que heredará el prolífico Trump.
A Trump le han advertido sus asesores que modere sus incursiones en Twitter, porque algunas veces han desatado polémicas que han sido difíciles de resolver por quienes lo rodean.
Hasta su esposa se lo ha advertido: "Si sólo escuchara... Se lo he dicho muchas veces, y ya sólo digo: 'Ok, haz lo que quieras'. Es un adulto, sabe las consecuencias", confesó Melania Trump en una entrevista con la cadena CNN.
En algunas ocasiones otros pagan las consecuencias, como el caso que reveló esta semana The Washington Post sobre una joven de 18 años que se enfrentó a Trump durante un mitin durante la campaña electoral.
A Trump no le gustó que lo criticaran, calificó en un twitter a la mujer como "arrogante" y supuestamente pagada por sus rivales, y la joven fue acosada intensamente en las redes sociales y por teléfono con amenazas y ofensas sexuales.
El presidente electo, sin embargo, piensa que, a pesar de todo esto, se "controla bastante" en los cerca de 34.000 tuits que ha dirigido o reenviado desde su cuenta, @realDonaldTrump.
Una cuenta desde la que, por cierto, aunque tiene 17 millones de seguidores, Trump sólo sigue a 41 personas o instituciones, incluyendo sus parientes, su organización empresarial, algunos medios de comunicación y, por supuesto, la marca Trump Golf.