Un equipo multidisciplinar formado por expertos de España, Canadá y Lituania han culminado un estudio que les ha permitido comparar con éxito el comportamiento de insectos de hace 200 millones de años, periodo Jurásico, con las moscas actuales, tomando como ejemplo moscas en Lepe (Huelva).
Se trata de un estudio que se inició en 2006 y ha publicado la revista "Journal of spanish paleontology", según ha detallado a Efe el paleontólogo onubense Fernando Muñiz, que ha destacado la importancia de comprobar que el comportamiento de las larvas de mosca estudiadas en Lepe "lo pudieron tener hace millones de años insectos parecidos en condiciones ambientales similares".
La línea de investigación pasaba por definir el comportamiento de estas moscas para compararlas con pistas fósiles similares encontradas hace 200 millones de años en Estados Unidos, para lo que se ha usado a "Symplecta", una mosca común que tiene un ciclo de vida holometabólico, es decir, una metamorfosis o transformación completa en cuatro estadios huevo-larva-pupa-adulto.
Este tipo de mosca suele realizar la puesta de huevos (oviposición) en suelos con cierto grado de humedad o secos con aguas estancadas cercanas, y en el caso de los estudiados, los huevos fueron puestos en la arena cercana a un campo de naranjas, que cuenta con humedad constante.
Según datos referentes a varias especies europeas de esta mosca, los huevos tardan en eclosionar desde su puesta entre 3 y 6 días, y luego pasa un máximo de 45 días hasta que se completa la metamorfosis, como se desprendió del seguimiento constante de toda la vida del insecto, desde que salían las larvas y éstas empezaban a "excavar" las arenas con el fin de obtener alimento para crecer.
En un primer momento, la explotación de las arenas es a modo de un pequeño surco en la superficie, pero llega un momento en el que se introduce en el sedimento, un brusco cambio de comportamiento que puede explicarse como estrategia de protección ante depredadores (pájaros, reptiles, otros insectos).
Al final, realiza una estructura en espiral para introducirse en las arenas donde realiza su transformación a adulto, una estructura que es uno de los patrones de comportamiento que no ha cambiado con el paso de los siglos, y para los expertos es muy significativo, ya que ayuda a explotar el máximo sedimento en el menor espacio, posiblemente con el objetivo de adquirir el mayor alimento posible como fuente energética justo antes de entrar en la fase inmóvil donde alcanza el estadio adulto.
Un modelo parecido a estas estructuras son las que presenta el material fósil encontrado por los paleontólogos en rocas del jurásico de Estados Unidos.
Para Muñiz, la comparación y extrapolación de los datos que aporta el estudio de las moscas de Lepe es importante por varias razones ya que "permite relacionar estas pistas fósiles del Jurásico, realizadas en rocas pertenecientes a un medio húmedo fluvial del tipo orilla de un río, con un organismo productor similar a una mosca como la estudiada".
Pero, además, aporta datos sobre aspectos evolutivos del comportamiento, puesto que estas huellas o pistas fósiles son el único registro a falta de los cuerpos fosilizados de sus productores (las larvas de mosca en este caso) y ofrecen, por tanto, un enorme potencial informativo.
Además de Muñiz, del Grupo de Investigación RNM 316 Tectónica y Paleontología, Junta de Andalucía), han participado Eduardo Mayoral (Departamento de Geodinámica y Paleontología, Universidad de Huelva) y José Antonio Gámez Vintaned (Museo Paleontológico de Zaragoza).
Tambien figuran Gabriela Mángano y Luis Buatois (Department of Geological Sciences, University of Saskatchewan, Canadá) y la entomóloga, Virginija Podeniene (Department of Zoology, Faculty of Natural Sciences, University of Vilnius, Lithuania) y las conclusiones ya han pasado por el Congreso Anual de la Geological Society of America.