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Viernes 05/07/2024  

Alcalá la Real

El legado de Michael Jacobs

El escritor inglés, que moría en Londres el pasado 11 de enero, ha contribuido, desde la publicación en 2004 de \"La fábrica de la luz\", al conocimiento y la difusión internacional de la comarca de la Sierra Sur

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  • Michael Jacobs. -

Cuando en el verano de 1998 un inglés espigado y prototípico llegaba casi por casualidad a Frailes, nada podía hacer presagiar la historia de amor que se iniciaba entonces entre el escritor y la villa serrana. Hay personas que tienen entre sus virtudes la de actuar como catalizadores, erigirse en un vórtice de ilusión y entrega a la vida, sobre el simple sustrato de su carácter y su personalidad. Algo así sucedió con Michael Jacobs (1952-2014). Por aquel entonces, ver no a un inglés, sino simplemente a un extranjero en cualquier lugar de la Sierra Sur, era un hecho poco menos que noticiable. La comarca era territorio virgen, aun un mundo aparte dentro de los grandes circuitos turísticos. Esa condición prístina y alejada de la sombra de la globalización sedujo desde el principio a Jacobs, que soñaba aun con encontrar rincones de nuestro país en los que se mantuvieran vivas esa serie de cosas que, en definitiva, hicieron que, por exotismo o por antagonismo, tantos británicos, ya desde el siglo XIX, recalaran en el sur de España en aras de su aureola romántica. Pero Jacobs no puede encuadrarse en la nómina de aquellos que dibujaron nuestra tierra con las paletas del tipismo y el tópico cansino. Ya desde su primer libro de tema hispánico (Andalucía, 1990) quiso romper moldes y acercar al público británico una realidad que iba mucho más allá de los inevitables temas recurrentes.

En Frailes, Jacobs encuentra su shangri-la, ese rincón casi al margen del tiempo, donde todavía se puede soñar, y donde la realidad es voluble, y deja espacios en los que lo inaudito y lo real pueden tocarse. La crónica de este tiempo, de sus primeros años en Frailes, queda bellamente plasmada en “La fábrica de la luz”, un libro hermoso, deslumbrante por momentos, en el que Jacobs radiografía, con un sutil sentido del humor y una sinceridad sana aunque no siempre comprendida, toda una galería de personajes, la mayoría de los cuales acaban componiendo un verdadero círculo entorno al escritor. Jacobs fue, probablemente, en esos años, lo más parecido a Gerard Brenan cuando descubre La Alpujarra granadina y se establece en Yegen. Por otro lado, no puede evitarse el paralelismo entre ambas obras, pese al medio siglo que las separa. Al igual que Brennan, con el que se le ha comparado, Jacobs se convierte en un vecino más de Frailes, y se integra en su vida, ciertamente alejada de los cánones anglosajones, y tal vez, por ello, amable y envolvente.

Pero una de las cosas que más sorprende de “La fábrica de la luz” es la manera respetuosa y a veces beatífica con que Jacobs aborda la cuestión de la santería y el curanderismo, una de las añejas señas de identidad de la comarca, y especialmente la figura del Santo Custodio, que sobrevuela numerosos momentos de la novela, dando a la misma ese componente de realismo mágico que pervivía y aun pervive en nuestra tierra. Esta implícita reivindicación de un personaje como el Santo Custodio, por otro lado tan presente en el entorno de Frailes, sorprende, por su autenticidad, en un Jacobs que demuestra, en este sentido, más respeto que muchos de aquellos que han vivido desde siempre en la Sierra Sur.


La noticia de la muerte de Michael Jacobs en un hospital londinense, en la noche del pasado 11 de enero, entristecía a muchas personas, no sólo en Frailes, sino también en otros lugares de nuestra provincia. En un momento en que la villa permanecía aun en el anonimato, luchando por hacerse un nombre con su Jornada del Vino o su proyecto por recuperar la vieja gloria de su antiguo balneario, Michael Jacobs sumó pasiones y energías para colocar en el mapa el pueblecito que serpentea junto al río y se asoma a la sierra, con sus calles empinadas, senderos y chorreras. ¿Quién sino él podría haber “reabierto” el Cinema España y traído, en olor de multitudes, a la misma Sara Montiel para volver a proyectar “El último cuplé”? ¿Quién sino él podría haberlo hecho saltar a las páginas de los principales periódicos y a los telediarios? ¿Quién sino él podría haber traído a este lugar, tan a trasmano y por ello tal vez tan auténtico, a gigantes de la talla de Paul Preston o Cees Nooteboom? No cabe duda de que hay un antes y un después para este pueblo. Antes y después de “Maikel” Jacobs, como a él le gustaba escribir, en un intento de reflejar la particular pronunciación de su nombre por los autóctonos. Y es que no todos los pueblos tienen la suerte de tener a un Michael Jacobs.

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