El PP de Cádiz celebra este domingo su congreso provincial y lo hace en la idea de reagruparse en torno a Antonio Sanz, que por aclamación será designado nuevo presidente provincial, y con el convencimiento general de que necesitará juntar más cosas, profundizar en su mensaje y trasladarlo mejor a la base de la ciudadanía si pretende, y es la idea, mantener la posición institucional de la que hoy goza en la provincia y que, a tenor de la situación global que nos rodea, se presume como un reto nada fácil de mantener. No significa que un previsible retroceso suyo beneficie, en este caso, a su adversario político y eso lo saben bien en un PSOE que, inquieto, advierte que esta situación de desasosiego callejero, y según datos internos, no está repercutiendo en una recuperación de ese voto que perdieron entre Zapatero y la crisis. Quizás sea cuestión de candidatos o quizás que desde aquel congreso de Sevilla donde Rubalcaba se alzara con la Secretaría General frente a Chacón el discurso, su discurso, ha entrado en un tono tan plano y gris que ni en los más fieles a los colores despierta un ápice de ilusión.
En todo caso, Cádiz. Que el PP cocine internamente sus pasiones no significa que no las tenga y de hecho durante las últimas semanas las ha vivido de manera intensa y a puerta cerrada, con medido tono de voz no sea que algún comentario se escape por la rendija de la cerradura y es éste un partido mal habituado a publicar su debate interno. Es el problema de pertenecer a una formación no asamblearia, lo que la diferencia de un PSOE, -y que cada militancia valore si para bien o para mal-, donde se tortean en público y uno es algo si acumula votos por abajo y apoyos por arriba. Para que Antonio Sanz sea presidente provincial solo ha tenido que querer serlo y, en todo caso, encontrar la buena voluntad de Pepe Loaiza a la hora de apartarse, aunque la idea de hacerlo no haya sido tan de su agrado como en repetidas ocasiones repitió en el homenaje que recién le brindara Sanz y que, dicho sea de paso, tanto emocionó a Pepe, no trasciende si por la emotividad del momento, por el abandono del cargo o, libre es la mente, por alguna otra razón.
El caso, me centro, es que tras el congreso de este domingo partirá de puerto un nuevo PP provincial con el reto de defender territorio y, si es posible, conquistar algunos nuevos, con una ejecutiva renovada a través de un órgano de dirección, repetidamente filtrado, que encabezan junto a Sanz y Loaiza tres grandes alcaldes: Teófila, García Pelayo y Landaluce, bajo los cuales se sitúa como Secretario de Organización un Antonio Saldaña que, pudiera ser, haya, sin pretenderlo, ganado esa carrera a Romaní en un aparente duelo Teo-Pelayo y resuelto por un Sanz que tiene una buena opinión de Saldaña, al igual que de Romaní –dos figuras emergentes y bien posicionadas en la línea sucesoria, llegado el caso- . La filtración, en este caso, sufrió cortocircuito y derivó por un canal menos habitual. Cosas de electricistas avispados.
Otra, a modo detalle y en medio de todo. Cuando en política se dice que uno y otro se llevan mal y uno y otro se pasan el día escenificando y diciendo que se llevan bien es que uno y otro, definitivamente, se llevan mal, o al menos no tan bien como se llevaban, que viene a ser como llevarse peor que antes. O sea, mal. Me pierdo.
Quiero decir con todo, y resumo, que esa misma gaviota que hace bien poco planeaba altiva y calmada sobre el azul cielo gaditano y tatareando la negación de crisis de Zapatero hoy otea el horizonte con el pico torcido porque presente y futuro anuncian tempestad, y ante ello es conveniente reorientar vuelo, plumaje y cobijo. Y canción. Sanz lo sabe, tanto como que Sevilla y la amiga Cospe aguardan su momento para sumar Cádiz al territorio ya, para ellos, liberado, que es casi todo el resto de Andalucía, y es por lo cual que la nueva ejecutiva saliente se jugará en estos años el devenir del partido y de, en parte, la gente que hoy lo conforman. ¿Dónde y cómo ponerse? Es la política, ha pasado muchas veces y seguirá pasando, pero tal vez encaje peor en un PP poco acostumbrado a estas cuitas internas frente a un PSOE que en la materia sienta cátedra, será que los partidos, como el vino, necesitan años y tiempo de bodega para destilarse adecuadamente. O no. Tal vez vino y política mezclen mal y mi metáfora inadecuada sea, más con esta nueva ornada de políticos jóvenes y preparados que se alimentan a base de cola light y ensaladas y eso, en este mundo gaditano, levanta sospechas.
El verso libre. Cuando a alguien le oigo decir eso de “yo soy un verso libre” pienso de inmediato que es un término por él muy usado y, seguidamente, en las reacciones de, digamos, desconfianza que provoca en su entorno y más en una sociedad como la nuestra donde lo distinto invoca al recelo. Un verso libre es, wikipedia te amo, “una forma de expresión poética que se caracteriza por su alejamiento intencionado de las pautas de rima y metro que predominan en la poesía”. Alejamiento intencionado.
¿Existen en política los versos libres? ¿Deberían? ¿Demanda la sociedad de hoy personas capaces de recitar en libertad sin seguir necesariamente la pauta de rima? ¿Deben los políticos moldear de nuevo su estética y adecuarla con un discurso más sincero? Tal vez cambiar el rioja por la cola light sea el principio de algo.
Pactos. Cada vez que oímos ofrecimientos de PP a PSOE o viceversa invitándose mutuamente a un pacto entre ambos por el bien general suena, porque lo es, a bonita foto sin nada detrás. Pero esta convulsión social creciente demanda menos foto y algo más detrás y dejar el tirarse los bártulos a la cabeza para cuando llegue campaña. Lo que sucede es que cuando me imagino a Antonio Sanz e Irene García, como máximos representantes políticos de PP y PSOE en Cádiz, alrededor de una mesa, tan distintos, tan sumamente distintos, el despertador me avisa que comienza un nuevo día y que mejor sea que yo aporte mi grano de arena para, con él, hacer montaña.