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Perera salva una corrida deslucida en Algeciras

El diestro logró las dos orejas en el primero de su tanda en la tarde de ayer

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  • Miguel Ángel Perera -
El encierro de La Palmosilla se cargó una corrida que había despertado interés entre la afición. La gente salió descontenta ante la falta de raza y fuerza, que no ayudó en nada a la terna.

Perdió las manos por dos veces antes de tomar el único puyazo el primero de Ponce, al que trató de fijarlo genuflexo en el saludo capotero. Cuando el valenciano tomó la muleta, lo probó por los dos pitones, y un par de veces se le quedó debajo de ella, lanzando un gañafón sin consecuencias. El toro no repetía y Enrique, a base de insistir y tragar en varias tandas de derechazos postreros, logró las ovaciones. Todo quedó en más voluntad que otra cosa.

El segundo de Ponce fue un toro con transmisión y genio, que sembró el desconcierto en banderillas. Cayeron muchos palos al suelo y los banderilleros dejaban el palo a estilo rejoneo. Ponce, que había recibido con garbo por verónicas, pasó apuros en muchos momentos con la muleta. El toro protestaba en la embestida, y aunque lo llevó a su querencia, se vino a menos y, con precauciones, se ayudó en algunos muletazos sin lucimiento. Faltó comunión entre toro y torero y no hubo más. El público, generoso, le aplaudió.

El Fandi recibió al primero de su lote con dos largas cambiadas. Tras el habitual puyazo, llegó el espectáculo en banderillas, sobresaliendo un par desde el estribo al violín en tercer lugar. Al igual que el anterior de Ponce, el toro, de andar cansino, le faltaba motor. Se ayudó con la izquierda en tandas de muletazos, enroscándose varias veces con el toro. Como se dice, echó la peoná. Y, como hundió el estoque, la generosidad del público le dio la oreja.

Se apretó en verónicas, intercalando con chicuelinas, El Fandi en su segundo de su lote. En el tercio de banderillas, destacó un segundo par, dando los pechos. El animal ya arrastraba una lesión en la mano delantera al rematar un burladero antes de entrar en el caballo. Aguantó en banderillas, pero cuando intentó emplearse en la muleta, ya cojeaba ostensiblemente, y no hubo ni un pase de muleta que llevarse a la boca. El Fandi tiró por la calle de enmedio, abrevió y ahí se acabó.

Le enseñó Perera a tomar el capote a su primero, doblando las manos el toro a la salida del encuentro con el piquero, volviendo a claudicar repetidas veces en la muleta, y eso no gustó al público. Perera, con excelente disposición, lo pasó en derechazos largos, brillando con el de pecho sin enmendarse. Fue una faena muy meritoria de sometimiento, clavando las zapatillas en circulares invertidas. Obligó al toro a embestir, y llegó al parón ojerista frente a un enemigo de poca movilidad pero al que supo administrarle los muletazos justos, pisando unos terrenos comprometidos. El arrimón característico surtió efecto. Tuvo la rúbrica de la espada, matando en la suerte contraria, y el público, generoso, le pidió las dos orejas.

La gente aguardaba a Perera tras el triunfo de su primero, que no llegó a redondear con el que cerraba plaza, el de más hechura del encierro. Hubo un largo puyazo de doblado y el toro empezó a doblar las manos. Perera, queriendo, lo probó por ambos pitones, y Cuentista no nos pudo contar el cuento de la bravura. Ficticia, que hoy se ven en muchas plazas. El público se enfadó, pidió que lo matara tras rodar otra vez por la arena, siendo levantado por los banderilleros. Una pena. Cuando el toro se derrumba, se derrumba la fiesta. Hoy se espera con inusitado interés el cartel estrella, que llegan con ganas de triunfar ante los toros de Gavira, aunque ninguno lo hiciera ayer en Badajoz y Granada, donde actuaba la terna de hoy.

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