“La opinión común es que la Cuaresma es un tiempo de tristeza, grisáceo. Sin embargo es un don precioso de Dios, un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia hacia la Pascua”, afirmó el pontífice ante varios miles de personas que asistieron al rito en la basílica de Santa Sabina.
El papa manifestó que la cuaresma es un tiempo de conversión y que el mundo necesita “ser convertido por Dios, necesita su perdón, su amor, ya que necesita un corazón nuevo”.
El obispo de Roma dijo también que todos los hombres necesitan la gracia de Dios, para iluminar sus corazones y mentes.
En una tarde soleada, Benedicto XVI se trasladó desde el Vaticano al Aventino, una de las siete colinas de Roma, para recorrer en procesión el trayecto que va desde la basílica de San Anselmo hasta la de Santa Sabina, para recibir e imponer las cenizas, en este miércoles que marca el comienzo de la Cuaresma.
El papa Ratzinger presidió la procesión acompañado de numerosos cardenales, obispos, los monjes benedictinos de San Anselmo y los dominicos de Santa Sabina, sacerdotes y miles de fieles.
Una vez en Santa Sabina, el papa, que vestía paramentos morados, recibió la ceniza, señal de conversión y penitencia, de manos del cardenal Jozef Tomko.