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El Loco de la salina

¿Usted no lo ha visto? Usted se lo pierde

Un libro abierto con un niño leyendo sobre sus páginas ya me advertía de que aquello iba en serio

Publicado: 14/04/2024 ·
19:28
· Actualizado: 14/04/2024 · 19:29
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Estaba sentado en el patio del manicomio pensando en las musarañas, cuando de pronto me acordé de que la memoria es una de las cosas más extrañas que han pasado por mi cabeza, o quién sabe, si por mi corazón. Eso me ocurre por haber ido al Cine Almirante (léase Centro de Congresos y esa cosa tan larga de nombre que le pusieron). Allí, con motivo de sus cien años de existencia, ha desplegado García Bozano una exposición de tantas cosas, que al verlas me han golpeado la memoria y me han hecho revivir la tierna infancia. Digo tierna, porque, a pesar de todo, fueron los años más tiernos de mi vida, más que los de este manicomio.

Nada más bajar la escalera advertí que el reloj de mi cuerpo iba echando sus manillas hacia atrás hasta sentir que los pantalones y los zapatos me estaban excesivamente grandes. Un libro abierto con un niño leyendo sobre sus páginas ya me advertía de que aquello iba en serio. Luego, la foto del fundador de la Librería y un resumen de lo que esta significó y de todo lo que aportó a La Isla durante sus cien años de vida. Debajo estaban la Historia de España bajo el águila imperial, la Historia Sagrada, los maletines para las niñas, las Cartillas,Viajando por España bajo la atenta mirada del Cid Campeador, un tal Rubio que tantos problemas tenía... Luego, en inolvidable compañía, la antigua máquina de escribir, sufridora de los móviles, el inolvidable teléfono con sus giros circulares, la máquina registradora… Después de verlas lejanas fotos del nacimiento de la Librería, sentí cómo golpeaban mi memorialos plumieres, los tiralíneas, las tintas, las plumillas, los cartabones y escuadras que tanto manejaron mis manos en el Centro Obrero…Un cartelito advertía POR FAVOR, NO TOCAR, pero era todo lo contrario, era a mí a quien estaban tocando tantísimos recuerdos. Después venían los banderines y las fotos amarillentas de aquella Isla que no volverá. ¡Cómo no acordarme de los Tebeos y de sus inventos, del Capitán Trueno, de los cromos, de las mariquitinas, de Roberto Alcázar y Pedrín, del Cachorro, del Guerrero del Antifaz, de los recortables, de los soldados, preparados con sus peanas para ponerse en pie de guerra! Y allí, a la izquierda según se entra, una escena conmovedora de una clase con su pizarra, su pupitre y su mapa de geografía con la URSS abarcando medio mundo. Luego, portadas del Diario de Cádiz antiguo, de la Cotorra, del Mirador de San Fernando, de la Codorniz… En medio de la exposición, los misales de nácar y los rosarios con los que íbamos a buscar a todos los miembros de la familia para darles una estampita y recoger de camino las pesetas que nos regalaban a corazón más que a manos llenas. ¡Cómo no acordarme de los tinteros, los secantes y de la estilográfica Parker, que era lo máximo en el mundo de las plumas! Me llamaron la atención las dos ediciones antiquísimas del Ingenioso Hidalgo, después Cavallero, Don Quijote de la Mancha. En fin, todo un memorial de recuerdos y vivencias que me asaltaron en el patio del manicomio y que dejaron en mi paladar el regusto de aquella tierna infancia siempre amenizada con el pito de la Constructora.

Quisiera darle aquí las gracias a García Bozano, no solo por sus Cien años de existencia, sino también por esta exposición, hecha con tanto gusto, que estará en el Cine Almirante hasta el día 19. ¿Usted no la ha visto? Usted se lo pierde.

Es una pena que muchos cañaíllas no le echen un vistazo, porque les parecerá que están en otras cosas más importantes. 

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