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Desde mi azotea

Carta de una madre

Admiro a los gitanos. Ellos nunca dejan a sus padres ni a sus abuelos solos. Los lleven con ellos toda la vida hasta que fallecen

Publicado: 20/03/2024 ·
17:54
· Actualizado: 20/03/2024 · 17:54
Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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Hoy, desde mi azotea me siento triste. No se porqué, algunas veces nos levantamos melancólicos y nos cuesta trabajo levantar el vuelo. Las personas somos a veces así. Unos días nos queremos comer el mundo y otros estamos por los suelos.

Para mi, hoy es uno de eso días nublados. Y lo es porque uno mira para atrás en su vida y ve como, en el camino, se han quedado muchas personas cercanas. En mi caso, primero en 1977, mi padre con 50 años de un derrame cerebral fulminante; luego en 1989, una hermana con 29 años por un cáncer maldito y, finalmente, mi madre en 2012, con 80 años, por el desgate de los años. Amén de un cuñado también de cáncer con 30 años y mis suegros en accidente de tráfico.

Todos tenemos algún familiar que ya no están en este mundo. Es triste pensar que no los volveremos a ver nunca más. De ellos, quizás las madres sean las que más se echen en falta. No nos damos cuenta hasta que ya no están con nosotros. Pero también existe la ausencia en vida de unos hijos para con su madre que son a veces muy sangrantes. No hay que esperar a que ya no estén para valorarlas, para quererlas y estar con ellas cuando más falta les hacemos. Hay madres que están enterradas en vida en residencias y centros para mayores que no reciben nunca la visita de sus hijos. Se dejan ahí como se deja a un perro en la carretera. Abandonada, sola, triste y… para que pase el resto de sus días ¿atendida? Esa es la justificación.

Si acaso una llamada telefónica al centro para preguntar como está de vez en cuando para “cumplir” con tu conciencia de que te preocupas por ella; cuando sabes de sobra que no es así.

Hoy traigo a esta azotea, la carta de una madre a su hijo. La leí hace tiempo y me gustó tanto que os la pongo a continuación. No tiene desperdicio. Lo que esta madre dice podemos definirlo como una lección de la vida. Todos debemos aprender de lo que dice esta madre a su hijo. Podía también ser de un padre. Cambien madre por padre. Ellas nos necesita. No las dejemos solas.

La carta dice así: "Hola hijo(a) te escribo para proponerte un trato, lo he pensado mucho y nos convendría a los dos, pero no te voy a obligar a que lo aceptes, pero déjame explicarte de que trata:

No te pongas triste, pero todos algún día vamos a dejar este cuerpo, algunos antes otros después, pero a todos nos llegará la hora, estoy segura que ese día tu estarás muy triste, ya te veo con tu traje de negro, viajando y llegando a donde repose para despedirte, con una corona de rosas, o tal vez un ramo de rosas. Me lloraras, y así sucesivamente, trataras de cumplir todo los protocolos de un fallecimiento.

Bueno aquí va mi trato…, que te parece si en ves de llevarme rosas cuando muera, me las traes ahora, al fin al cabo de muerta que mas da, ni las voy a ver lo bellas que son y menos a sentir su aroma.

Que te parece si ese día de seguro todos tomaran café en mi velatorio, vienes ahora y nos tomamos ese café, de seguro que va estar más rico de los que prepararán ese día, tu sabes que yo tengo mi secreto para el café y lo acompañamos con esos panecillos que tanto te gustan.

Que te parece si en vez de venir en mi velatorio de traje negro elegante, vienes hoy con un traje de cualquier color y nos vamos a comer algún restaurante muy bonito, no te preocupes yo pago.

Me imagino que ese día vendrás con tu pareja y tus hijos si ya lo tuvieras, y todos estarán con la cara triste, y si lo cambiamos porque vengas ahora y cocino algo rico, para tu pareja y tus hijos, y miramos películas como cuando eras niño o salimos a pasear todos juntos, y comemos helados, tu sabes que me encanta.

Que te parece si en vez de viajar desesperado por llegar a mi velorio ese día, vienes ahora y me disfrutas que estoy viva, muerta para que, ni vamos a poder conversar, te podría hablar de tantas cosas, que te parece si te das una pausa y charlamos…

Dime hijo(a) que te parece mi trato, te lo cambio por el día de mi muerte, ese día no vengas, ven hoy y así disfrutamos los dos”.

Si después de que hayáis leído esta carta he podido conseguir que algunos hijos e hijas acudan a ver a su madre, que se preocupen un poco más por ellas, habré conseguido el objetivo de este artículo. Gracias por leerlo. Amen a sus padres y nos los dejen morir solos. Ellos nos dieron todas sus vidas por nosotros. ¿No merecen al menos estar con ellos en sus últimos días?. Admiro a los gitanos. Ellos nunca dejan a sus padres ni a sus abuelos solos. Los lleven con ellos toda la vida hasta que fallecen. Un ejemplo a seguir.

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