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Torremolinos

Efectos de no ser dueños ni de nuestra propia vida

Si cada uno de nosotros se atreviese a barrer -como apunta un proverbio ruso- delante de su puerta, ¡qué limpia estaría la ciudad!

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Decía Platón que la libertad radicaba en ser dueños de la propia vida. Uno necesita ser uno mismo y emanciparse de las cadenas, que son numerosas y diversas. Por muchos tratados internacionales que nos demos para que la tortura cese, hay que pasar a la acción y hacer justicia. La desesperación en la que mueren a diario multitud de seres humanos nos exige una reacción contundente contra aquellos que bombardean el aleteo de los inocentes. El mundo tiene que pasar de las palabras vacías a los hechos concretos, de la formulación de leyes a la era de su cumplimiento, de los intereses de los poderosos a los intereses del planeta y a la de sus moradores, sin exclusiones. Detrás de tantas naciones que proclaman el imperio de la ley en su territorio, en ocasiones se guarecen las mayores injusticias y atrocidades. Los derechos humanos solo parecen existir para el territorio de los pudientes. Para poder vivir en dignidad no sirven los adoctrinamientos, hay que dejar la libertad de pensar en buen recaudo, y tampoco vale la mano de los caudillos que suelen cerrar la puerta a los buscadores de independencias.

En este planeta son muchas las personas apresadas que viven con gran temor. Vivimos un momento de degradación total, no sólo del medio ambiente, también de la persona como ser humano. Cada día es más complicado vivir y que nos dejen vivir. Hay que alzar la voz de la libertad frente a tanta delincuencia organizada que ha tomado el uso de la fuerza como abecedario de actuaciones. A estos sembradores de miedos debemos plantarle cara, el propio deseo de hacerlo vence cualquier recelo. Estos activos cultivadores del pánico suelen jugar con las personas más débiles. Debemos actuar con contundencia para impedir que el terror se apodere de nuestras vidas. Para enfocar la seguridad colectiva, o lo que es lo mismo, la seguridad mundial, es preciso consensuar lenguajes y establecer una cultura de paz emanada de testimonios verdaderos, que es lo que más educa y reeduca. Nuestras sociedades necesitan volver a descubrir el valor de la persona en libertad, así como aprender a convivir sin sumisiones.

Toda libertad debe defender la dignidad humana y todos los pueblos, para vivir como una auténtica comunidad de seres humanos libres, necesita inspirarse y apoyarse sobre el fundamento común de valores morales. Cuando se pierde la racionalidad surgen todas las esclavitudes. No ser dueños ni de nuestra propia vida conlleva deshumanización y fracaso. Sin embargo, jamás se ha predicado tanto sobre la libertad, quizás porque el planeta está desbordado de prisioneros ansiosos de sentirse libres. Habría que meditar sobre ello. La realidad es muy distinta.

Lo que se percibe en el ambiente es reclusión. Agoniza la libertad, cuando las relaciones entre los países y entre sus ciudadanos se fundan no sobre el respeto de la dignidad igual de cada uno, sino sobre el derecho del más león, del más bestia, sobre la actitud de mentes dominantes y sobre imperialismos. Igualmente, agoniza la libertad, cuando se persigue la libertad de pensamiento, la libre expresión de los ciudadanos, sus creencias. De igual modo, agoniza la libertad, cuándo el diálogo tiene un guión preestablecido, dictado por los poderosos, por las naciones privilegiadas y fuertes. A este tenor, también agoniza la libertad, cuando la crisis económica actual no nos hace recapacitar y los países se retroalimentan de un desmedido orgullo. En suma, que cuando escasea la autonomía del ser humano, todo se viene abajo, hasta el respeto tolerante hacia cualquier otra opinión individual.

Por otra parte, son también muchos los crímenes que se cometen en nombre de una falsa libertad. La libertad implica responsabilidad. A propósito, decía José Saramago, que "somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir". Y no le faltaba razón en lo que escribió, puesto que el sello de grandeza de la humanidad reside en una conciencia humana responsable. No en vano, asimismo, Jean Paul Sartre, puso el acento en la autenticidad, subrayando que "quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es".

Evidentemente, hasta el día que quienes ocupen puestos de responsabilidad, (políticos, judiciales, económicos...) no se sometan a interrogarse con valentía sobre su modo de administrar el poder y de procurar la libertad de sus pueblos, será complicado imaginar que se pueda salir de ninguna crisis; porque la mayor crisis es la irresponsabilidad de miles de gobiernos y de centenares de malos administradores de la justicia.

En cualquier caso, si cada uno de nosotros se atreviese a barrer -como apunta un proverbio ruso- delante de su puerta, ¡qué limpia estaría la ciudad! Si el cimiento de la ONU es el derecho; la raíz de ese derecho de libertades debe partir de cada persona. El rescate de las liberaciones humanas es un proceso, no surge de ningún evento, tampoco debe conocer fronteras, cada persona se merece poder hacer su opción de vida acorde con los valores a los cuales da su adhesión. Desde luego, no se pueden promover hombres libres en una sociedad esclava de sus miserias, tampoco en una sociedad permisiva que infunde y confunde la libertad con el beneplácito de hacer irresponsablemente lo que a cada uno le plazca sin referentes éticos alguno. Por esta confusión hemos llegado al cénit del caos, porque las personas jamás seremos libres si antes no somos conscientes de ayudarnos unos a otros. Esa madurez humana es la que realmente nos hace grandes y libres a la especie. Sólo ese discernimiento.

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