El mismo día que cumplía 39 años, el pasado 25 de abril, se bajó de las tablas del “gaditanísimo” Teatro Falla con la intención de no volver a subirse a un escenario hasta lograr su propósito de convertirse en madre, un “proyecto” prioritario que sólo iba a lograr si, como le dijo su doctor, “paraba” y llevaba una vida con menos estrés, relata en una entrevista.
“Llevo años queriendo ser madre pero el baile es algo muy sacrificado. El flamenco es contra el suelo, un ejercicio bastante duro en el que hay que estar con una entrega total y siempre decidía que eso iba por delante hasta que ha llegado el momento de pararlo. El doctor fue el que me aconsejó que parara porque tampoco soy una niña”, explica.
Está “contentísima” con todo lo que le está pasando, porque “hasta para realizar este sueño” ha tenido “suerte” y ya está embarazada de dos meses al tiempo que le llueven las “alegrías”, como el Premio Prestigio Rioja, que acaba de recoger en Logroño y con el que engrosa una nómina en la que están “ilustres” como el flamante Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.
Ha tenido “una vida privilegiada” y por eso “no cambiaría nada” de lo que le ha pasado y da “gracias a Dios todos los días”, aunque precisa que la fortuna siempre le ha pillado “trabajando”.
Puede presumir de una carrera “de entrega, horas y disciplina” y también, algo que no siempre acompaña, “de una respuesta maravillosa del público” desde que empezó, en 1998, con su propia compañía.
“Lo he podido hacer mejor o peor pero nadie duda de la entrega que he tenido a diario y la gente se da cuenta de si te dejas el alma” en el escenario, al que se ha consagrado los últimos 12 años con espectáculos como Sensaciones, Algo más de flamenco, Sueños, Carmen o Esencia.
Todavía no ha pensado en cuándo ni con qué volverá, aunque admite que hay “muchas cosas” a las que da vueltas e imagina vestidos y juega con ideas “de aquí y de allá”.
Siguiendo el consejo de compañeras que ya son madres se deja llevar por lo que está viviendo y quizá por eso, aunque a veces le apetece el escenario, sobre todo si va a ver a algún compañero como el “gran maestro Paco” (de Lucía) –”el orgullo más grande que hay en el flamenco con esa forma que tiene de clavarse en el corazón”–, ni siente “mono” de actuar ni de ensayar.
“En la vida uno aprende. La medida es muy importante en todo y hay un momento para estar horas y horas de montaje y de ensayos y otro de más tranquilidad para poder verlo todo desde fuera y recapacitar”.
Sabe que ahora “no es el momento” de estar “contra el suelo” y que su cuerpo se está preparando “para otra cosa”. “Quiero aprender y vivir toda esta situación con tranquilidad y con la ilusión de que cuando todo esto pase y vaya todo bien volveré a entregar el alma en los escenarios”.
La bailaora asegura que nunca le han ofrecido la dirección del Ballet Nacional de España (BNE), que dirigirá hasta finales de 2011 José Antonio, pero que tampoco contempla esa posibilidad.
“Soy muy pesada porque repito muchas veces la palabra suerte pero tener total libertad para expresarte tal y como quieres no está pagado. Desde el principio arriesgué muchísimo, fui muy valiente porque era joven para llevar adelante una compañía tan grande pero todo salió bien y nunca me he planteado nada que pudiera coartarme esa libertad de dirigir, de crear”, afirma.