Sólo se piensa en el oasis cuando hay hambre y sed en el desierto. Somos necesarios cuando tenemos algo que ofrecer y que no es posible arrebatárnoslo por decreto/ley, la fuerza o la intimidación, al menos en la actualidad. El futuro puede no ser así. El ciudadano, más que ser pieza de un extenso “puzle” es marioneta, consentida u obligada, de las poderosas cuerdas del poder. La “masa silenciosa” es la más preciada por los gobiernos de conciencia dictatorial, al ser numerosa y mesurada, cuando no muda y siempre obediente. Todo objeto que se deja arrastrar por la corriente de agua, nunca será capaz de frenarla.
Si la política es, como quieren definirla, la historia viva de cada día, podría decirse que más verosímilmente es la historia del griterío, el insulto, las descalificaciones y amenaza de quiebra, que impiden una evolución reglada y razonable de un pueblo ávido de recobrar sus valores.
Abril ha iniciado ya su descenso hacia un mes -mayo - que debía de ser el de las flores, pero se augura que va a ser de cizaña, sin dejar germinar nada más que el engaño, las falsas proposiciones, los discursos grandilocuentes y el resentimiento cuando no odio, existente entre los partidos. La historia de las elecciones municipales y autonómicas ha comenzado, sin respetar los plazos oficiales. Lo oficial y lo oficioso inventaron el divorcio mucho antes que el matrimonio.
Los habitantes, al menos de nuestra comunidad, debían de recordar sus habilidades en el arte de la papiroflexia y hacer una flecha con la papeleta del voto y un arco con la decisión de a quien elegir. Apuntemos bien al tablero de círculos que nos presentan, teniendo conocimiento que cuanto más cerca están estos de la diana central, mayor es la puntuación de la cabeza de flecha que le alcanza y que a medida que nos acercamos a círculos extremos la escala de valores desciende. Los “ismos” -moda en nuestro país- andan siempre por planos tangentes o excéntricos. Ser concéntricos no cabe en su decolorada “sustancia gris”.
Cuando llegan estos momentos electorales el ciudadano todavía capaz de razonar, tiene la impresión de ser considerado panoli o memo. Los discursos de los mítines son muy parecidos a las explicaciones que le da el padre al niño ya crecido y que supone va a creerse que su hermanito lo ha traído una cigüeña en una gran bolsa, volando desde París. La sandez es uno de los frutos de los ineptos.
Ya somos mayorcitos -democráticamente- para tener que escuchar nuevamente, cada cuatro años, el absurdo “cuento de la lechera”. La verdad es la realidad de las cosas. Y la realidad de estos últimos cuatro años, descalifica todas y cada una de las nuevas promesas electorales. Empezamos a ser puente entre la transición y la posible caída. La tergiversación y la perversión de los hechos que vemos desplegarse día a día, nos ha llevado a una pérdida de confianza de cualquier ideal político o de partido, nunca dispuestos a que se investigue o desmenucen, sus verdaderas finalidades. Las leyes y decretos, intimidatorios, absurdos, negligentes o ignorantes han superado en porcentaje elevado a las realidades razonables y de consenso de todo los españoles, sin ninguna excepción.
Volvamos al mes de abril. Aunque han pasado setenta años del siglo anterior y veintitrés de este, todavía se sigue recordando uno de sus días, “el de la alegría del catorce abril”, cuando Juan Bautista Aznar dijo la frase de “España se acostó monárquica y se levantó republicana”.
Aquellas elecciones del 12 de abril de 1931 no son precisamente el ejemplo a seguir en cuanto a legalidad y legitimidad de lo que deben ser unas elecciones justas, sin macula de manipulación. Estamos inmersos en una “ley de memoria democrática” cuyo sentimiento parcial no oculta. El nuevo régimen entonces establecido contaba con 430 parlamentarios. No había Senado. Solo un 15 por ciento eran veteranos. El resto debutaban. 1.007 fueron el total de los parlamentarios desde 1931/36- Tres legislaturas. No fue precisamente una República de trabajadores (obreros manuales) ya que solo hubo un total de 73 en todas ellas, un 6 por ciento. Se sufrió el agitador y trágico momento, de los sucesos de 1934 y lo peor, pero por igual en ambos bandos, es que 146 de los parlamentarios durante el periodo republicano fueron victimas de manos asesinas, 75 por ciento en zona republicana, 71 por ciento en la sublevada, aunque a esta última hay que añadirle 33 de la represión posguerra (datos de una “nota” actual en Revista de Occidente, “¿qué fue de los diputados de la Segunda República?.
Abril quiere retirarse. La responsabilidad es del mes de mayo. Pero el almanaque no tiene fuerza influyente para cambiar las condiciones humanas, siempre en este país aliadas al resentimiento, el odio y la venganza, que aún no ha terminado. La posible solución a un comienzo de mejoría y solidaridad entre los partidos que quieren a España, sería recordar la papiroflexia expuesta. Saber dar en la diana de la elección. Y los que están fuera de los círculos de la misma, que vivan ellos en sus discordias, pero no le demos la probabilidad de que puedan llegar a destruirnos.