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De Kiev a Rota: La vida de Nica y su familia un año después del inicio de la invasión

“Me gusta Rota, me gusta España, la gente que vive aquí. Para nosotros está bien. Tenemos muchas ganas de aprender y de tener una vida buena”, explica Nica

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El pasado viernes 24, fue un día más en la rutina. Veronica Manukian, aunque prefiere que la llamen Nica, y su marido, dejaron a sus tres hijos en el colegio Pedro Antonio de Alarcón y regresaron al piso en el que viven desde hace dos semanas. “Echando la vista atrás, todo ha pasado muy rápido”, expresa Nica en un español totalmente inteligible en una entrevista a 7TV que pueden ver aquí. Allí están limpiando y ordenando todo para adecuar esta nueva vivienda.

Fue un viernes que se acercó algo más a esa ansiada normalidad que llevan intentando alcanzar desde hace justamente un año. La fecha del 24 de febrero, aniversario de la invasión que cumple 12 meses de su inicio, atraviesa la vida de esta familia que intenta rehacer su vida en Rota en el primer aniversario de la invasión a Ucrania por las fuerzas rusas. 

Si la guerra cumple un año, también el exilio de esta familia en busca de una alternativa a la guerra y la encontraron en Rota. Una vez estalló la invasión, su madre y sus tres hijos fueron los primeros en huir del país. Contactaron con una asociación aquí a través de la cual consiguieron atravesar toda Europa pero, el destino era toda una incógnita. Tras un largo viaje, llegaron a Rota y semanas después lo hizo ella, con su perro y sus dos gatos. Durante estos meses se quedaron junto a otros desplazados en la Ermita de San Vicente de Paul en Rota. En su maleta, además de lo básico, llevó como indispensable su equipo para hacer la manicura, que es a lo que se dedicaba en Kiev. Así nos lo atestiguaba a Vivarota Leticia, una roteña que se ha volcado en cuerpo y alma con Nica y su familia. 


La solidaridad del pueblo roteño ha sido indispensable para que esta familia ucraniana encontrara un lugar donde rehacer su vida y pudieran integrarse en el pueblo buscando empleos para esta joven ucraniana y una vivienda para vivir todos juntos, como una familia, cuando llegó su marido, meses después en octubre. La burocracia impidió que su marido, David, retrasara su huida a España meses después y fue la misma Nica la que tuvo que volver al país centroeuropeo en septiembre para la regularización de la repatriación familiar. Una vez en España, en octubre, la casa de acogida en la que estaba Nica y sus hijos no era mixta, por lo que David estuvo residiendo en otro centro en Puerto Real durante meses. Sin embargo, tras las vicisitudes de esta familia para poder estar juntos de nuevo, como las familias que se ven obligadas a desplazarse, quieren independizarse cuanto antes para rehacer su vida. 

La búsqueda del piso fue una ardua tarea para Nica, pero la ayuda de Leticia y demás voluntarios fue crucial para esta familia. Leticia y Nica se conocieron porque la primera ha cuidado de las mascotas de Nica desde su llegada debido al veto de animales en la casa de acogida. De ahí, de la colaboración y la solidaridad nació la amistad que hoy une a Nica y a Leticia, que ayudó junto otros voluntarios, a entidades y su difusión por redes sociales, a que esta familia ucraniana pueda disfrutar hoy de una vivienda para vivir en común. Pero no fue un proceso fácil. La discriminación de muchos arrendadores para alquilar el piso a esta familia ralentizó esta misión hasta que dieron con una vivienda cerca del camino de Santa Teresa aunque sin amueblar. Esto no fue problema para el aluvión solidario que surgió a través de un llamamiento en redes sociales. En una semana, Nica y su familia tenían todo lo indispensable. Cómo se volcó la sociedad roteña con esta familia fue brutal, dice Leticia, aportando muebles, platos, edredones, dos sofás, camas, literas, almohadas, alfombras… 

Aunque cuando todo parecía que estaba listo, tan sólo quedaba la inspección del Gobierno central, que debía dar el visto bueno a la vivienda según los arrendamientos contemplados bajo el Plan de Refugiados pero esta resultó desfavorable. 

Sin embargo, aunque recuerdan este momento con tristeza, después de todo lo conseguido, días después, el propietario de una segunda vivienda en Rota que solo frecuentaba el piso en verano ofreció un piso en el centro de la localidad para esta familia.

La familia agradece a los voluntarios roteños todo lo que han hecho para recomponer la vida de esta familia ucraniano-roteña así como a empresas como Newimar, Carpintería Hermanos González, Alma Interiores, Margarita La Fresca,Cash Diplo o la Hermandad del Nazareno que fueron clave para dar respuesta a las necesidades de esta familia. La iniciativa del llamamiento multitudinario para que la sociedad roteña prestara su ayuda a esta familia ucrania surgió de la cuadrilla de la Virgen de la Amargura que ha equipado el piso con nórdicos, sábanas, mantas, toallas y otros objetos y también han colaborado desde la cuadrilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Hermandad con víveres y productos de primera necesidad y aportación económica. Pablo Barba, capataz de la cuadrilla de la Amargura, recuerda cómo fue el encuentro en el que se les entregó todo el equipamiento y productos. La familia, recuerda Pablo Barba, se mostró muy agradecida y desde la cuadrilla dicen, se sienten muy satisfechos por hacerles algo más fácil su estancia en Rota.

Nica dice que la ayuda de los roteños ha sido vital para que hoy rehagan su vida desde Rota porque es, dice, el sitio en el que hoy quieren estar. Esta reflexiona que no sirve de nada lamentarse ahora por su anterior vida, prefiere pensar en el futuro:

“No sabemos cuándo se puede acabar la guerra y la verdad es que nosotras no hablamos en el día a día con mis amigas ucranianas si queremos volver o no. Intentamos hablar del futuro. Mañana será un día mejor que hoy. Y eso es mejor para nosotras”. 

No pensaban que su vida fuera a cambiar radicalmente, pero dice, en el momento de huir del país, el futuro de sus hijos es lo único que ella y su marido tuvieron en cuenta. Ahora, dice Nica “ellos entienden el español, pueden estudiar, y no queremos cambiar otra vez. Es muchísimo cambio para tan poco tiempo. En Ucrania no tengo por lo que volver. Toda mi familia, todo lo que quiero ya está aquí”. 

“Me gusta Rota, me gusta España, la gente que vive aquí. Para nosotros está bien. Tenemos muchas ganas de aprender y de tener una vida buena”, comenta.

Nica hace la manicura, ha trabajado en verano en una heladería local, su marido está aún aprendiendo español. Su madre se disfrazó estos Carnavales y sus hijos, solo pensaron en las ganas del puente académico para tener más tiempo libre, como todos los niños.

España ha acogido a casi 170.000 ucranianos desde que estalló la guerra, 24.000 de ellos en Andalucía.

 

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