No puede uno pararse a pensar demasiado cuando hay cosas en la vida que, simplemente, no tienen una explicación. Lo del Málaga fuera de casa puede tener muchas y a la vez ninguna. Intensidad, concentración, verbo competir. En casa sí, ¿a domicilio por qué no? Tres goles le endosó el Burgos al Málaga bajo la nieve (3-0, dos de Pablo Valcarce y el de Juanma, el de la vergüenza) en un partido lleno de errores garrafales de los visitantes, congelados más en lo mental que en lo físico. Un desastre la imagen que se dio en El Plantío, y no hay otra forma de definirlo: un gran desastre.No puede uno pararse a pensar demasiado cuando hay cosas en la vida que, simplemente, no tienen una explicación. Lo del Málaga fuera de casa puede tener muchas y a la vez ninguna. Intensidad, concentración, verbo competir. En casa sí, ¿a domicilio por qué no? Tres goles le endosó el Burgos al Málaga bajo la nieve (dos de Pablo Valcarce y el de Juanma, el de la vergüenza) en un partido lleno de errores garrafales de los visitantes, congelados más en lo mental que en lo físico. Un desastre la imagen que se dio en El Plantío, y no hay otra forma de definirlo: un gran desastre.
Hubo falta de concentración en el primer gol de cabeza de Valcarce, hubo pifia monumental entre Peybernes y Víctor Gómez en el segundo de Juanma y se tuvo que ser más contundente en el tercero de Valcarce, que vino tras un error a puerta vacía de lo que pudo y debió ser el 1-2 de Roberto. Todo salió mal porque el Málaga salió mal y nunca supo cómo remediarlo.
Un Burgos más intenso, con más colmillo y enchufado en su estadio creó problemas y empezó golpeando bien pronto, en el minuto 17. El Málaga intentó la igualada con un disparo desde fuera del área de Víctor Gómez y a balón parado, consciente de la presencia de Sekou, Pey, Lombán o Genaro como rematadores. No se pudo hacer más y llegó el descanso con la necesidad de cambiar las cosas.
El desastre llegó en el minuto 61, uno de los errores más inverosímiles del año sin duda. Con un balón a priori relajado y controlado por Peybernes o Víctor Gómez, ambos en el mismo espacio-tiempo, molestándose el uno al otro, dormidos o congelados en el área, mientras un atento Juanma tuvo la picardía suficiente para entrometerse, robarla y definir a la perfección ante un Dani Martín incrédulo. Cinco minutos después, Roberto erró un gol a puerta vacía y, cosas del fútbol, casi a la jugada siguiente llegó la sentencia de Valcarce, que aprovechó una gran jugada de Juanma que dio en el palo y le cayó a placer (3-0).
Ni Jairo, ni Kevin ni ningún otro cambio sirvió para evitar los mofletes rojos de la vergüenza, que no del frío, en otro encuentro para olvidar del peor Málaga, que siempre es ese que sale de su zona de confort. Un equipo sin alma y con esa dicotomía inexplicable: dentro, cno traje de ascenso, fuera, con complejo de equipo pequeño.